Pablo Jair Ortega/Columna sin nombre
La sucesión en el gobierno de cualquier instancia de poder no siempre se da en los mejores términos entre el gobernante en turno y el sucesor.
Eso se observa de manera clara en el escenario nacional, sobre todo en el caso de los últimos cuatro presidentes de la República; antes de esta etapa, las sucesiones eran más bien tersas porque quien se iba, dejaba al sustituto y se mantenía alejado de la actividad política y de los reflectores. Entendían que su tiempo había pasado, adquirían un bajo perfil y vivían con todas las comodidades que permite una jugosa pensión de más de 200 mil pesos mensuales, más el apoyo para mantener a una onerosa estructura de personal a su servicio.
Casi todos los expresidentes reciben esa pensión, excepto Carlos Salinas y Ernesto Zedillo, quienes renunciaron a esos recursos pero mantienen a sus colaboradores por cuenta del erario público, esto es, escoltas y servicios de oficina. Si tomamos en cuenta a todos esos conceptos, los demás expresidentes representan al país un gasto de más de 800 mil pesos mensuales, unos 400 millones de pesos al año entre todos.
En el ámbito estatal no existen esas prestaciones, ni la pensión ni el personal pagado por el gobierno a los ex gobernadores veracruzanos.
Sin embargo, todos los gobernadores en funciones, sin excepción, han buscado dejar en el cargo a un sustituto cómodo y también a un Congreso a modo para poder marcharse con relativa tranquilidad. No todos lo han logrado: el ex gobernador Rafael Murillo Vidal impulsaba al poderoso subsecretario de Gobierno, Manuel Carbonell de la Hoz, quien no llegó al cargo porque la decisión favoreció a Rafael Hernández Ochoa.
Entre los casos de gobernadores que lograron imponer al sustituto destacan el de don Fernando Gutiérrez Barrios, quien sin la necesidad de una elección de por medio, prácticamente nombró a Dante Delgado Rannauro como relevo; eso fue en 1988. En 2010, Fidel Herrera Beltrán dejó a un miembro de su equipo político, el actual gobernador Javier Duarte.
De ahí en adelante, no hay un ex mandatario en la historia reciente de Veracruz que haya determinado el rumbo de la sucesión en el estado.
Dante Delgado apoyaba a Miguel Alemán, pero llegó Patricio Chirinos. El de Pánuco pretendía dejar a Miguel Ángel Yunes pero fue electo Alemán Velasco; este se inclinaba por su secretario de seguridad, Alejandro Montano, pero al cargo llegó Fidel Herrera.
Veremos ahora el desarrollo y desenlace de la sucesión en el estado, para cuyo proceso electoral faltan menos de dos años.
En estos momentos podríamos hablar, al menos en el PRI, de los senadores José Francisco Yunes Zorrilla y Héctor Yunes Landa como punteros; además del secretario de Gobierno, Erick Lagos Hernández, y del titular de la Secretaría de Salud, Juan Antonio Nemi Dib, más los que se acumulen en los próximos meses.
Este año tendrá que estar perfilado el próximo candidato que postulará ese partido, que es mayoría en Veracruz, en su Congreso y en los ayuntamientos.
Y mañana, si tiempo y espacio lo permiten, hablaremos de las expectativas del PRD en ese contexto. @luisromero85