Carlos Ramírez/Indicador político
Todavía hace dos décadas, la industria de las artes gráficas en nuestro país vivía una etapa de prosperidad; generaba empleos e importantes utilidades; crecía, incluso, a un ritmo más acelerado que el Producto Interno Bruto.
Tener una imprenta era sinónimo de estabilidad económica y progreso empresarial. De octubre a diciembre, por ejemplo, no había uno de esos negocios que no estuviera saturado de trabajo y contratos.
Sin embargo, los buenos tiempos de esa industria han quedado en el pasado.
Primero, muchos pequeños negocios no se actualizaron ni modernizaron su equipo técnico; al contrario, siguieron operando con viejas máquinas manuales; la Chandler era la más popular por su bajo costo de mantenimiento y fácil operación, pero esa maquinaria está desfasada desde hace unos 20 años.
Segundo, las nuevas tecnologías han desplazado a las viejas imprentas; ahora, la papelería se diseña y se imprime en las propias oficinas, incluso en casa. De acuerdo con el último reporte del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, más del 32 por ciento de los hogares mexicanos cuentan con una computadora y el 26 por ciento, con conexión a internet. Aún más, casi el 45 por ciento de la población mexicana es usuaria de estas máquinas.
Tercero, los altos costos de producción porque tanto el papel como los químicos y tintas que se utilizan en estos giros han aumentado exponencialmente en la última década.
Sin embargo, la puntilla para las imprentas vino este año, con la entrada en vigor de las nuevas disposiciones fiscales, que obligan a emitir facturación electrónica en vez de las ya conocidas facturas que maquilaban las imprentas autorizadas por la Secretaría de Hacienda.
A partir de marzo de 2014, sin importar su nivel de ingreso, los contribuyentes deben utilizar el esquema de Comprobante Fiscal Digital por Internet para la emisión de facturas. Es la muerte de esos documentos en papel y la agonía para las empresas mexicanas dedicadas a las artes gráficas.
Ya hace diez años, el ritmo de crecimiento de este sector pasó del 5 al 1.5 por ciento anual. Hoy, con la entrada en vigor de la facturación electrónica, la Cámara Nacional de la Industria de las Artes Gráficas estima que las pérdidas ascenderán a 5 mil millones de pesos y que 200 mil empleos se encuentran en riesgo.
En los últimos 5 años han cerrado 2 mil 500 imprentas de las 21 mil que operan en el territorio nacional.
Sólo entre 2011 y 2012, unas dos mil imprentas mexicanas se fueron a la quiebra y dejaron sin empleo a más de 14 mil personas.
La crisis para ese sector podría ser mucho más severa porque el panorama a futuro luce desalentador.
Los impresores mexicanos solicitaron al gobierno federal que se permita la coexistencia de las facturas en papel con los documentos electrónicos, pera la respuesta ha sido negativa.
Así, somos testigos del tiro de gracia para la industria de las artes gráficas y las imprentas; en poco tiempo, el oficio de impresor podría quedar en el olvido. @luisromero85