Ruperto Vázquez Ovando/Opinión en línea
La fractura del PT
Durante años, el Partido del Trabajo se identificó como un aliado del gobierno estatal en turno, del que obtuvo diversas concesiones; esa situación terminó por separar a Ezequiel Flores Rodríguez de la dirigencia estatal de ese instituto político, que dio tumbos y que por mucho tiempo estuvo supeditado a las negociaciones de la cúpula nacional. Las alianzas y coaliciones, por ejemplo, no pasaban por la opinión de la militancia ni de la dirigencia estatal, sino que eran órdenes del altiplano.
Ante la salida de Ezequiel Flores, en 2005, Arturo Pérez Pérez, fue nombrado comisionado nacional del partido, asumiendo también la dirigencia estatal.
Prácticamente de la nada, el Partido del Trabajo comenzó un lento proceso de crecimiento. En 2010, por ejemplo, alcanzó una votación, por sí solo, de 60 mil 500 votos en las elecciones municipales. Ese año participó, junto con el PRD y Convergencia por la Democracia, en la Coalición para Cambiar Veracruz, que obtuvo el triunfo en 37 municipios veracruzanos, todos pequeños en términos demográficos y presupuestales.
Como coalición, esos partidos ganaron poco más de mil casillas en todo el territorio estatal y apenas superaron el 11 por ciento de los votos; se ubicaron en el tercer lugar, muy lejos del PRI y también de Acción Nacional. Por supuesto, esos magros resultados no le alcanzaron al Partido del Trabajo para conseguir una curul en la Legislatura del Estado.
Para el siguiente proceso electoral en Veracruz, 2012-2013, llegó a la dirigencia estatal Fidel Robles Guadarrama, a quienes algunos señalaban por haber militado en el PRD y estar identificado con el Movimiento de Andrés Manuel López Obrador. Sin embargo, también es cierto que Robles Guadarrama no tiene antecedentes priistas ni panistas, siempre ha trabajado en organizaciones vinculadas ideológicamente con la izquierda.
Y cuando las opiniones de analistas apuntaban que no lograría ni siquiera los votos suficientes para conservar el registro, el PT consiguió en la elección local del año pasado cerca de 100 mil sufragios, más que el Partido Verde y Panal, que fueron en alianza con el PRI; y más que el Partido Cardenista.
De igual manera, el partido logró recuperar la curul plurinominal que había perdido, llegando a dicho espacio el propio Robles Guadarrama.
Gracias a ese trabajo, Saúl Salas Itehua hoy gobierna en Astacinga; Jorge Aguilera Morales lo hace en Carrillo Puerto; Enrique Isidro Dimas, en Castillo de Teayo; Bruno Carpio Urbina, en Coahuitlán; Alberto Jiménez Rivera, en Cosamaloapan; Rafael Díaz Argüello, en Cosautlán de Carvajal; Roberto Perdomo Chino, en Jalacingo; Humberto Udiel Carballo, en Las Minas; y Gerónimo Luis Hernández, en Mecatlán, todos, del Partido del Trabajo.
Durante las semanas recientes, Denisse Carmona Vega, la excandidata que fue postulada por ese partido en las elecciones de 2010 por el distrito de Papantla, se lanzó contra Robles Guadarrama, a quien señaló literalmente por estar alineado con el gobierno estatal, simular su postura opositora, y haber pactado la derrota en Chumatlán; incluso, por vender las candidaturas del partido.
Fidel Robles se ha desmarcado de esas acusaciones y ha declarado que los señalamientos se deben a intereses menores de Carmona Vega, quien habría visitado la Legislatura para pedirle un espacio laboral.
Es evidente que la división, la confrontación y la fractura, no es privativa de los grandes partidos, PAN, PRI y PRD; se registra, incluso, en institutos pequeños, como el PT, que apenas recibe prerrogativas suficientes para mantener a su reducida estructura. @luisromero85, http://luisromero85.blogspot.mx/