Carlos Ramírez/Indicador político
Gil Cordero es uno de los personajes históricos de Cáceres, España, más conocidos. Vivió (¿?) durante el Siglo XIV cuidando ganado y fue a quien supuestamente se le apareció la Virgen de Guadalupe en la Sierra de las Villuercas. También conocido como Gil Santamaría de Albornoz, sobre su casa se levantó lo que hoy es la ermita de Guadalupe. En uno de los extremos de la calle Caleros en la capital cacereña. Actualmente una de las calles más céntricas y concurridas de Cáceres lleva su nombre, reconociendo la importancia de su figura. En Guadalupe se conserva la que según la tradición popular fue su vivienda hasta su muerte tras el descubrimiento de la Virgen. Yace enterrado en la basílica del Real Monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe.
Debo dejar sentado que, no obstante ser el primer elegido de la Guadalupana para aparecérsele, el Vaticano nunca se ha preocupado por canonizarlo como lo hizo con nuestro Juan Diego Cuauhtlatoatzin, de aquí de Cuauhtitlán.
La historia es muy parecida a la que nos hicieron tragar doscientos años después acá en América los frailes franciscanos que llegaron con la conquista. Cuenta la leyenda que Gil Cordero, como su nombre lo indica y traiciona, era pastor de ovejas. En el siglo XIV la carne de carnero era más apreciada que la de vacuno, lo dejó dicho y entredicho don Miguel de Cervantes Saavedra en su obra cumbre. Pues bien, entre cordero y cordero, Cordero tenía una que otra vaca para surtir de leche a su numerosa familia, que no por ser un poco gil, no se afanaba en los quehaceres de la vida conyugal. Un buen día andando de pastoreo se descuidó y una vaca queriendo tomar agua se cayó al río (el Guadiana) y se ahogó. Gil como pudo la sacó del agua y se dispuso a aliñarla para aprovechar la carne y la piel. La costumbre de los pastores y de los matanceros de entonces, era hacerles una marca en cruz antes de destazar al animal; era este acto supersticioso como un conjuro del pecado de matar. Pues aconteció que al hacer la marca de la cruz en la piel del animal, la vaca resucitó, y se incorporó muy campante al resto del hato del Gil Cordero, pero en ese mismo instante la Virgen María se le hizo presente al pastor y lo mandó con un recado a la iglesia del lugar, con instrucciones para el párroco de que se le construyera un adoratorio ahí mismo donde había obrado el milagro de resucitar a la vaca. Pero como ya desde entonces la burocracia brillaba por su presencia, el cura de la iglesia no le hizo el mínimo caso, así que tuvo que insistir Gil en varias ocasiones. Días después el hijo mayor de Gil Cordero, del que se desconoce su nombre, pero que posiblemente se llamaría Gilito, falleció; la conseja no dice de qué, pero en esos tiempos la gente se moría de cualquier cosa, peste bubónica, viruela…
Digamos que fue viruela para que el asunto siga relacionado con las vacunas. Bueno, pues la familia llamó al mismo cura desatento y burocrático de antes, y cuando éste estaba dando el viático al Gilito, volvió a aparecerse la Virgen, ahora sí con más luces y sonidos, y resucitó al junior de los Cordero en las meras narizotas del cura, y para más señas, la aparición les dijo que fueran a escavar en un lugar determinado, cerca de ahí, y que encontrarían una efigie de la mismísima madre de Dios, que era el lugar donde debería erigirse su adoratorio. Así lo hicieron y en efecto encontraron la imagen tallada en madera, pequeñita, con un niño en los brazos, y con una corona sobre la testa como símbolo de su imperio sobre el mundo. Así que el fraile quiso que no, se convenció y propaló el milagro por todos los rincones de la villa de Guadalupe y de ahí traspasó las fronteras del pueblo y corrió por todo Cáceres y más allá por toda la Extremadura. El lugar cobró tanta fama y fe como parador religioso, que se convirtió en monasterio, convento, seminario, tumba de Enrique IV rey de Castilla, El Impotente, hermanastro de Isabel la Católica y finalmente basílica.
El nombre de Gil Cordero, es un mensaje burlesco: gil hace referencia idiomática a una persona simple e incauta, y cordero conlleva también un concepto de sumisión e indefensión ante el sacrificio. Este tipo de divisas subliminales, son muy frecuentemente usados por quienes no se conforman con victimar, sino que se solazan en trasmitir un mensaje cifrado que hace más cruel la burla y el engaño. Gil Cordero, como Juan Diego, sólo son humo que respiran obnubilados los penitentes.