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XALAPA, Ver., 26 de febrero de 2016.- La tarde del 3 de noviembre, la vida de Alejandro Alfredo González cambió para siempre. Un grupo de vándalos centroamericanos lo agredieron, le tiraron thinner encima y le prendieron fuego.
Eran las 2:30 de la tarde cuando el joven volvía de vender discos y películas. Como todos los días, caminó por la colonia Ferrocarrilera, junto a las vías del tren, pero ese día un muchacho –que no tenía “acento mexicano”– le pidió 10 pesos para un refresco, pero él no llevaba más que su celular.
Cuenta que en un primer momento el centroamericano se mostró comprensivo y lo dejó continuar caminando, pero cuando menos lo esperó, se le abalanzó por la espalda y lo atacó.
En el forcejeo, ambos cayeron al suelo y su agresor sacó de entre sus ropas un cuchillo, lo que obligó a Alejandro a usar una medida desesperada: morderle el brazo para obligarlo a soltar el arma, “para que no estuviera en riesgo mi vida”.
Con la mordida, el centroamericano gritó y, “de la nada”, salieron varios hombres de los vagones que yacen abandonados en la zona, quienes intentaron golpear al vendedor de películas. Uno de ellos le aventó una botella de thinner que él logró golpear con su mano para que no le cayera en la cara; no obstante, sí se regó en su antebrazo, pecho, espalda y estómago.
La reacción de Alejandro fue quitarse la sudadera para evitar que el diluyente llegara a su piel; no obstante, su playera ya estaba empapada y antes de que pudiera reaccionar, uno de sus atacantes ya le había lanzado un cerillo encendido.
En su desesperación, se quitó la playera pero las llamas ya estaban ardiendo sobre su piel. Pisó la prenda y, al verla apagada, se golpeó con ella para desaparecer el fuego de su cuerpo.
Alrededor, ni un alma que lo ayudara. La zona es muy solitaria y sólo es usada como camino para uno que otro vecino.
Alejandro Alfredo caminó dos cuadras hasta encontrar un taxista que aceptó llevarlo a la Clínica 11 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), pero argumentando que no contaban con el material necesario, las enfermeras le negaron la atención y llamaron a la policía.
Los elementos policiacos levantaron un acta de hechos y pidieron la ayuda de la Cruz Roja. “Cuando llegaron los paramédicos y me subieron a la camilla, me desmayé”.
El dolor lo dejó inconsciente hasta entrar a la Benemérita, donde le diagnosticaron quemaduras de tercer grado en las costillas y de segundo grado en pecho, estómago y espalda.
Luego de un mes 23 días internado, y pese a la gravedad de sus lesiones, que aún no sanan y se abren cada que se mueve, el joven rogó a los médicos que lo dieran de alta: lo necesitan su hija de 4 años, uno de año y medio y otro en camino.
Los doctores le recomendaron estar en completo reposo, pero “a mí me mueve la necesidad”, su niña no pudo entrar al kínder, su pequeño requiere leche y pañales, y su mujer debe acudir a consultas constantes por su embarazo.
Este 26 de febrero se le vence la renta y en su bolsillo sólo trae las esperanzas de que las autoridades lo ayuden para continuar su tratamiento médico y darle de comer a sus hijos, pues aunque cuenta con Seguro Popular, sólo le cubren cierta cantidad de dinero y lo demás lo debe poner él.
Además, empezó a ir al psicólogo porque no duerme: sufre constantes pesadillas y despierta llorando o gritando. Sigue en shock por el ataque.
De sus agresores no se sabe nada. Interpuso su denuncia pero ésta no ha prosperado. Él sólo alcanza a decir: “No son mexicanos, son centroamericanos porque no tenían acento, tal vez viven en los vagones y buscan cómo hacer daño a la sociedad”.
Si deseas ayudar a este joven padre de familia, impedido para trabajar hasta no sanar sus quemaduras, puedes donar en el número de cuenta 4766 8403 4234 3493 de Banamex o comunicarte con él en el 22 88 60 08 60.