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Bernardo Gutiérrez Parra/Desde el Café
Hace veinte años surgió en México la leyenda espeluznante de “El Chupacabras”. Todo mundo habló de él, pero nadie lo vio, muchos lo describieron, exhibieron cabras chupadas sin gota de hemoglobina; la gente de campo se encerraba temprano dentro de la seguridad de sus casas y, no había poder humano que los hiciera salir a la intemperie, no fuera a ser que se toparan con el mentado “chupacabras”. Sin embargo la imaginaria bestia nunca atacó a personas hechas y derechas; según la conseja su preferencia exclusiva eran las cabras, hembras y adultas, ni cabritos ni cabrones, sólo cabras. De ahí su nombre limpiamente aplicado. Después de un tiempo la gente lo olvidó para ocuparse de otros miedos: los zetas, la delincuencia organizada, porque éstos ya no se iban a la yugular de las rumiantes, sino a los ingresos económicos, tan sensibles, de los ciudadanos trabajadores que con tanto esfuerzo se ganan el panen nostrum cotidianum. Para muchos, la piel de la cartera duele más que el propio pellejo y, en ese aspaviento nos quedamos por espacio de cuatro lustros, viendo atrincherados, equivocadamente al frente, cuando comenzando el año 2014 que habrá de pasar a la historia, nos asalta por la retaguardia “El Chupacobros”.
La nueva alimaña depredadora no es imaginaria, es real y se le conoce con el sobrenombre de reforma hacendaria; la bestia se nos viene derechita a la cartera que nos duele tanto y creo que no vale patalear ni gritar, ni pedir ayuda, por la sencilla razón de que no hay quién se salve, a todos nos está chupando un buen porcentaje de nuestros cobros e ingresos. Para peor, “El Chupacobros” no es sólo uno como lo fue hace veinte años el Chupacabras; ni siquiera es “trino” como la Santísima Trinidad cuyo misterio contraviene la actual transparencia obligatoria; el “Chupacobros” es múltiple, multitudinario, miriacéfalo: es el presidente, los senadores, los diputados, el secretario de hacienda, los ministros, los tesoreros, los que levantaron el dedo, los que se agacharon, los que se salieron, los que se quedaron, los que recibieron nuestro incauto voto y… los que votamos a lo pendejo.