Ricardo Alemán/Itinerario político
Vandalismo
El viernes por la noche fueron inaugurados los Juegos Centroamericanos y del Caribe en el estadio Luis “Pirata” Fuente y el gobierno estatal salvó el primer escollo porque aparentemente salió sin ningún raspón. La ceremonia resultó más espectacular de lo esperado además de colorida y las palmas se las llevó la niña totonaca Aranza Méndez.
Pero el sábado las cosas cambiaron. Mientras el gobernador Javier Duarte daba un mensaje con motivo de su Cuarto Informe de Gobierno en el que manifestaba que Veracruz ha avanzado como nunca con orden disciplina y eficacia, un grupo de vándalos atacó la sede estatal del Partido Revolucionario Institucional y prendió fuego a las oficinas de Comunicación Social.
Al ver las escenas, un sujeto sesentón comentó a sus acompañantes: “Miren, igual que en el 68”.
Falso.
Durante las manifestaciones de 1968 en la ciudad de México, los estudiantes dieron impresionantes muestras de civilidad que rebasaron con mucho el autoritarismo gubernamental. Jamás quemaron una puerta o vandalizaron edificios públicos y menos anduvieron de provocadores amparados en el anonimato. Cuando se inauguraron los Juegos Olímpicos y durante el desarrollo de éstos, se acabaron las manifestaciones porque los chavos fueron reprimidos, golpeados, encarcelados o asesinados.
Querer comparar los hechos de violencia de los Juegos Centroamericanos con las manifestaciones del 68 no sólo es un acto de supina ignorancia sino de absoluta estupidez. En aquel tiempo se reprimía y se perseguía a los estudiantes, en la actualidad los llamados anarquistas y los pseudo maestros vandalizan y golpean con absoluta impunidad.
La desaparición de 43 jóvenes normalistas de Ayotzinapa es un hecho que debe avergonzarnos a todos y tenemos derecho a manifestar nuestro descontento, rabia y enojo ante un gobierno que ha sido incapaz de contener al crimen organizado, pero de eso a convertirnos en vándalos o ponernos a la par de los criminales hay un mundo de diferencia.
El sábado salió una manifestación de estudiantes a protestar por enésima vez contra el crimen de los normalistas, cuando pasaban por las oficinas del PRI, no más de diez encapuchados que se dicen anarquistas se desprendieron del grupo y agredieron el edificio.
Lo patético del caso es tuvieron todo el tiempo y la impunidad del mundo para cometer sus desmanes y la policía ni siquiera hizo acto de presencia.
Si con destrozar las oficinas del PRI se acabaran los problemas en este país, tiene rato que al más puro estilo de Fuenteovejuna le hubiéramos prendido fuego a las sedes de ese y todos los partidos políticos que existen en México. Pero no es así.
Una cosa es la protesta a la que todos tenemos derecho y otra bien diferente los actos reprobables de un puñado de desadaptados a quienes nadie aplaude ni festeja.
Es necesario que las autoridades hagan algo al respecto y diferencien a los estudiantes de esa bola de orangutanes que se están colgando del dolor de 43 familias y de toda una nación para cometer sus tropelías.