Carlos Ramírez/Indicador político
Otro rumor para atizar el fuego del encono
Antes de que apañaran al matrimonio Abarca, corrió el run run de que estos sujetos habían sido aprehendidos en Boca del Río. El rumor creció tanto que el procurador general de la República, Jesús Murillo Karam, tuvo que salir a desmentirlo y ahí se aplacó el asunto.
Una vez aprehendidos se supo que la “Pareja Imperial” había estado en el DF, Veracruz y Monterrey antes de regresar a la capital del país, donde la amiga de una de sus hijas les facilitó una casa en Iztapalapa en la que al fin los detuvieron.
Ahora el padre Alejandro Solalinde afirma categóricamente que “a José Luis Abarca lo encontraron en Veracruz y lo fueron a sembrar a territorio opositor en el Distrito Federal, en Iztapalapa, donde hay tantos electores”.
La afirmación la hizo ante cientos de estudiantes de la Universidad de Guadalajara donde impartió la conferencia “Ayotzinapa, verdad y justicia” y donde aseveró que el gobierno supo desde antes lo que había sucedido con los 43 normalistas pero administró la información con fines electorales.
Como puede ser una jalada, la versión del padre Solalinde puede ser verdadera. Antes de que la PGR encontrara los cuerpos calcinados de quienes se supone fueron en vida los 43 normalistas desaparecidos, Solalinde lanzó la bomba de que habían sido asesinados y sus cuerpos calcinados.
Lo que se me hace una barbaridad por decir lo menos, es que el gobierno haya sembrado a los Abarca en la delegación más densamente poblada del país con el único fin de ganar electores. Eso sería algo más grande que la más grande de las estupideces.
Pero se dan casos.
Uno de ellos lo protagonizó el mismo PRD que a pesar de que conocía los antecedentes de José Luis Abarca lo ungió como su candidato a la presidencia municipal de Iguala y lo hizo con fines estrictamente electoreros.
Sería bueno que si el párroco tiene pruebas de su acusación las presente a las autoridades. Si no confía en las mexicanas, que las presente en foros internacionales pero que no aviente un comentario de esa naturaleza así nomás como así, porque nos mueve el tapete a los mexicanos.
Por lo pronto su señalamiento le dio la vuelta al mundo y hasta que no se demuestre lo contrario, servirá para atizar el fuego de los rumores.
No estaba sentado
Agradezco a los lectores que me aclararon que el senador Alejandro Encinas no estaba sentado en La Parroquia comiendo opíparamente sino que ya había salido del local cuando fue atacado por unos vándalos. Un video casero muestra cómo es agredido por un sujeto que llevaba una garrafa con agua y se la avienta a Encinas que reacciona dándole un par de carambazos.
El hecho es reprobable y así lo apunté, como también lo es que le hayan gritado “asesino”. Vaya estupidez. Alejandro está muy lejos de empuñar un arma para privar de la vida a un semejante; no es su estilo, no lo imagino en ese plan. Pero sí es un presunto encubridor de al menos un delincuente llamado Julio César Godoy Toscano. Y lo que es deleznable es que utilizó su fuero para arroparlo.
Ya como fugitivo el entonces diputado electo Julio César Godoy Toscano ingresó al palacio legislativo de San Lázaro, el martes 21 de septiembre del 2010 alrededor de las 14:50 horas y permaneció durante dos días, hasta el jueves que rindió protesta como diputado, oculto en la oficina del coordinador de la bancada perredista, Alejandro Encinas, dice el primer párrafo de una nota de El Universal fechada el sábado 25 de ese mes y titulada: Así ingresó Godoy a San Lázaro.
La información agrega que al prófugo lo abrían ayudado al menos cuatro legisladores perredistas a entrar al Congreso: Guadalupe Acosta Naranjo, José Narro Céspedes, Mary Thelma Guajardo y Alejandro Encinas.
Insisto, reitero y subrayo, es reprobable la agresión que sufrió Alejandro Encinas, pero es más reprobable que no haya comparecido ante las autoridades a responder por el presunto delito de encubrimiento amparado en su fuero legislativo.