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Quirino Moreno Quiza/Repechaje
Consejos médicos del “doctor” Gutiérrez
Durante los últimos seis meses una estudiante de enfermería llamada Rudencinda Joloche, ha estado jode y jode con que le dé a conocer otra manera (aparte de las convencionales) de brindar primeros auxilios a personas que sufren algún percance. Por más que le he dicho que yo no tengo ningún doctorado en medicina sino apenas una licenciatura en periodismo (y eso muy a fuerza), la señorita Joloche ha sido más insistente que un abonero en quincena y no quita del dedo del reglón.
“Ándele, no sea malito, al menos dígame una nueva forma de atender a un electrocutado o a una persona que haya sufrido un paro cardiaco. Gracias a su experiencia y a los consejos que usted me brinde podré hacer mejor mi labor” me dice en su última carta.
Como sé que no me la quitaré de encima le mando los siguientes consejos, pero quiero advertir y hacer constar que no me hago responsable de lo que suceda con sus pacientes. ¿Vale?
Cómo atender a un electrocutado.
Si el sujeto causó un cortocircuito y fundió los fusibles debido a la descarga que recibió, lo primero que debe hacerse es componer la avería eléctrica; no vaya a ser la de malas que en la confusión de la penumbra se dé primeros auxilios a otra persona y no al accidentado. Una vez que llegó la luz se procederá a enroscarle un foco entre los dientes al paciente; si el foco no enciende significará que el sujeto vivirá para contarla porque no estuvo suficientemente cargado de voltios. El soponcio se le pasará dándole un trago de algo que raspe como un roncito, por ejemplo, o un cubetazo de agua fría. Pero aguas con el cubetazo porque si lo recibe en diciembre o enero, las consecuencias pueden ser peores que la propia descarga ya que debido al frío se puede pelar al otro mundo de una pulmonía fulminante.
Si cuando enrosquemos el foco éste se enciende, entonces se procederá a colgar al paciente en la parte superior de una ventana o en la entrada de una puerta hasta que el foco se apague. Una vez que esto suceda lo conducente será enterrar al sujeto y recordarlo en Todos Santos por lo brillante que fue en vida.
Cómo curar un síncope al miocardio
En tiempos pretéritos a estos males se les llamada «desvanecimientos» y los sufrían generalmente las niñas cursis o las mujeres muy celosas. En la época porfiriana por ejemplo, casi no había infartos porque la vida era más tranquila. Pero cuando llegó a nuestro país la Alianza para el Progreso y con ella llegaron los aparatos electrodomésticos, las tarjetas de crédito, los viajes en abonitos fáciles y todas esas jaladas dizque para hacer más llevadera nuestra existencia, los infartos comenzaron a multiplicarse.
Quien sufre un infarto es alguien que tiene el estrés hasta el tope y al que agobian las deudas bancarias y de las otras. Un infartado trae tras de sí una serie de problemas económicos bien gruesos como la colegiatura atrasada de los niños, los intereses de las tarjetas de crédito, las hipotecas del auto, de su casa y de la casa chica. Esto sin contar con que a raíz de la reforma hacendaría le cobrarán más impuestos.
Si la víctima de un infarto tiene todos estos antecedentes, lo mejor, lo más sano y hasta lo más caritativo, será dejarlo morir para que pueda descansar en paz el pobre infeliz.
Está usted servida, señorita Joloche.
bernardogup@hotmail.com