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Quirino Moreno Quiza/Repechaje
Que Dios coja confesado al Presidente
Algo debe estar pasando con los cuerpos policiacos federales porque se están viendo muy lentos. Parece mentira que tras treinta de intensa búsqueda aún no hayan dado con el paradero de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos en Iguala. Es como si se hubieran evaporado (iba a decir ‘como si se los hubiera tragado la tierra’ pero espero que esto no haya sucedido) y la PGR da la impresión de que anda dando palos de ciego.
Es incomprensible que el gobierno federal tan ducho para sacar adelante las reformas estructurales, no se haya preparado para resolver los problemas encarajados que se presentarían en el sexenio de Peña Nieto.
Desde antes que el mexiquense fuera ungido presidente, tanto él como su equipo compacto vieron los pros y contras de las reformas, hicieron un plan de ataque contra el narco en Michoacán, Sinaloa y Tamaulipas, se prepararon para los desastres naturales por venir y hasta de las futuras broncas con los macheteros de Atenco, pero a nadie se le ocurrió tocar el tema de las tragedias sociales. Y los desaparecidos de la Normal de Ayotzinapa son una tragedia social así como el gobierno de Guerrero es un pinche desastre.
¿Acaso los sistemas de inteligencia no sabían que la mayoría de los policías municipales de ese estado están infiltrados por el narco? ¿Acaso ignoraban que varios presidente municipales también?
Da la impresión que el fregadazo los agarró mal parados a todos, tanto al Presidente como a su equipo de genios que apenas unos días antes presumían de las bondades y ventajas de las reformas. Hoy éstas han pasado a un segundo, tercero o quinto término y el tema recurrente en los cafés, bares, hogares y hasta en la cola de las tortillas es el desmadre en Guerrero con un gobernador que no se quería largar, con una sociedad que está hasta el copete de la delincuencia, con un turismo que no se quiere ni acercar a Acapulco y con unos inversionistas que están sacando sus capitales de esa entidad.
Peña Nieto se ha concretado a mandar mensajes esperanzadores a las madres y padres de los desaparecidos en un lenguaje envuelto en retórica muy sobada que no sé por qué le aplauden sus oyentes. Una visita presidencial a Guerrero en las horas inmediatas a la tragedia hubiera sido una válvula de escape a la olla de presión que amenaza con reventar en cualquier momento. ¿Por qué carajos no se les ocurrió a los asesores?
Hoy ya es muy tarde y en tanto no aparezcan con vida los 43 jóvenes sería un error cualquier viaje a la convulsionada entidad, como también es un error seguir mandando mensajes esperanzadores. Las familias de los desaparecidos quieren hablar con el Presidente ¿los recibirá? ¿Qué les dirá para mitigar su dolor? ¿Servirán de algo las palabras y promesas?
Las encrucijadas son muchas ¿qué hacer? ¿cómo actuar?
Lo único que queda es esperar; esperar a que los jóvenes aparezcan vivos, porque si es cierto que están muertos, enterrados en tumbas clandestinas y que algunos fueron calcinados vivos como afirma el padre Alejandro Solalinde, el caldo de cultivo para un estallido social llegará a su punto de ebullición y entonces sí, que Dios coja confesado al Presidente.