Víctor Sánchez Baños/Poder y dinero
Los ladrones públicos y el Orfis
El Auditor General del Órgano Superior de Fiscalización Superior (Orfis), Lorenzo Antonio Portilla Vázquez, rindió su segundo informe de labores y sus datos fueron contundentes. Dijo que el Orfis pudo reintegrar a las arcas estatales más de 467 millones de pesos que no son cualquier baba. Y detalló: por la Cuenta Pública del 2011 se recuperaron más de 108 millones de pesos y en la del 2012 más de 383 millones.
Don Lorenzo manifestó que quedaron 10 observaciones sin solventar correspondientes al ejercicio fiscal del 2012 por 285 millones 568 mil 271 pesos, y como consecuencia de lo anterior el Orfis presentó las denuncias correspondientes ante la PGJE.
En relación al ejercicio fiscal del 2013 se inició el procedimiento de fiscalización de comprobación a 354 entes públicos y estiman revisar 5 mil 87 obras: 4 mil 377 en municipios, 32 en entidades paramunicipales y 678 en entes estatales.
Como puede apreciarse en señor Auditor General está haciendo su chamba. Es lo menos que puede hacer cuando se le está pagando la billetiza que está recibiendo.
Pero más allá del informe lo que sobresale es la cantidad de bandidos que tenemos como servidores públicos. No puede ser posible que aun existiendo el Orfis haya quienes se atrevan a robar o malversar el dineral que el mismo Orfis se ha tardado años en recuperar.
Los mexicanos llevamos generaciones escuchando que ya un alcalde, un diputado, un senador o cualquier funcionario de octava categoría robaron dinero a manos llenas; entra en acción el Orfis, presenta la denuncia y… no pasa nada o pasa muy poco. Y es que el delincuente utiliza una de estas tres vías: o devuelve lo robado y libra la cárcel; o lo entamban, devuelve parte de lo robado y sale en libertad; o a pesar de ser señalado como un consumado ladrón la justicia termina pelándole los dientes.
No falla. Cada trienio, cuatrienio o sexenio, decenas de sujetos pasan de pránganas a multimillonarios gracias a las trácalas que hacen con el erario público. El círculo vicioso en todo su esplendor.
Es hasta pecaminoso que cuando un individuo asume un cargo público de relevancia primero piense en robar antes que en servir a la ciudadanía, y si llega a servirla piense en la tajada de billetes que sacará por ese servicio.
En nuestro país todo presupuesto se infla, desde la lana para la guarnición de una banqueta hasta la destinada a un hospital, un puente, un mercado o una escuela. A pesar del Orfis los presuntos servidores públicos roban impunemente y por lo visto la costumbre seguirá por los siglos de los siglos.
Para colmo, gracias a los engorrosos y lentos trámites burocráticos, los acusados tienen todas las ventajas para llegar a un buen arreglo; es decir, roban y todavía les dan chance de reembolsar el hurto en abonitos fáciles. Un ejemplo: roban un millón de pesos, lo meten a plazo fijo y pagan la desviación de este recurso con la mitad de los intereses que les da el banco, la otra mitad es para ellos. Así se manejan los ladrones públicos ante el Orfis.
Qué desfachatez.
Pero mejor aquí le paro porque estoy derramando bilis y el médico me dijo que a mi edad las mohínas entripadas pueden provocarme un torzón. No vaya a ser la de malas.