Raúl López Gómez/Cosmovisión
Pensiones a las amantes
Estimado lector, si tienes una amante a la que estás pensando cantarle Las Golondrinas porque se ha convertido en una lata, porque se acabó el encanto, porque se apagó la llama de la pasión o simplemente porque la quieres suplir por otra mejor, aguas. No creas que será tan fácil.
A las broncas que te armará si resulta posesiva, vendrá otra que no estaba en el guión pero que tendrás que cumplir si no quieres dar con tus huesos en la cárcel: tendrás que otorgarle una pensión.
Una resolución judicial recientemente aprobada establece que las amantes tienen derecho a una pensión por parte de sus parejas, y con esta ordenanza los encuentros apasionados y furtivos están a punto de irse por el caño.
Como bien sabes, una amante es un momento de relax y evasión lúdica; es un encuentro apasionado y ardiente entre dos seres que no se aman pero sienten atracción mutua. Al hombre le atrae de la mujer su juventud y belleza, y a la mujer le atrae el dinero del carcamán. Cuando el vejete comete el error de enamorarse, la nena sabe que llegó el momento de mandarlo al carajo y llevarse del depa todo lo que se pueda vender. Pero cuando es ella la que se enamora, es hora de que el sujeto se vaya preparando para sufrir los días más aciagos de su existencia porque la amante le hará la vida de cuadritos.
El deseo, la pasión, la lujuria sexual, los pequeños obsequios, los pleitos a mitad de una cena, las escenas de celos y hasta uno que otro bolsazo, forman parte de la vida cotidiana de los amantes. Pero cuando los celos y los bolsazos comienzan a menudear, lo más sensato es decir adiós.
Los adioses entre los amantes son (al igual que su relación) furtivos y apasionados pero dos maneras. En la primera el sujeto le da una lana a la chava además de las gracias por haber participado, tienen un encuentro sexual postrero y… vámonos. La otra manera es la apasionada, cargada de asperezas, rencor y amargura. Ambos se dicen lindeza y media, llueven los improperios, las bajezas y la discusión termina cuando uno de los dos sale de lo que fue el nidito de amor dando un sonoro portazo.
Si la relación en secreto y a escondidas es la sal del amasiato ¿por qué desgraciarla con una prosaica pensión?
Imagina que llegas a tu casa y tu esposa te recibe con una cara más agria que de costumbre antes de decirte de sopetón: “Estuvieron aquí los abogados de una tipa que se llama Rutilia Mosquete que dice que fue tu amante por cinco años y quiere una pensión alimenticia de 50 mil pesos al mes”. ¿Qué harías lector?
¿Qué vas a hacer cuando tu consorte te enchufe una demanda por adulterio, bigamia o lo que resulte, y te pida una pensión tres veces mayor a la que te está exigiendo aquellita? ¿Cómo reaccionarás cuando se enteren en la oficina de que un respetable señor de la tercera edad como tu, anduvo cinco años con la güerita de facturación que podría ser su nieta?
Digo, el chiste no es pagar, sino el pinche escándalo que se armará cuando todo mundo se entere que tuviste una amante.
Por lo anterior propongo que si no hay más remedio, se le pague a la amante, pero de manera discreta y si se puede a escondidas, a fin de evitar broncas conyugales con la dueña de nuestras quincenas.