Ruperto Vázquez Ovando/Opinión en línea
Lo fregaron por feo
Fue en febrero de este año cuando estalló el escándalo. Un grupo de reporteros de radio dio a conocer la noticia de que Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, presidente del PRI en el DF, era cabeza de una red de prostitución que operaba desde las mismas oficinas del partido al que había convertido literalmente en un prostíbulo.
Y de inmediato vinieron las reacciones.
Organizaciones de todo tipo pidieron la cabeza del presunto culpable. El PRD presentó una demanda en su contra y el PRI se lavó las manos al decir por voz de su líder César Camacho, que eso era un asunto que pertenecía a la vida privada del acusado y por lo tanto no le entraban. Eso sí, para no verse tan gandalla con un compañero César le envió el siguiente mensaje: “Deseó a Cuauhtémoc Gutiérrez que le vaya bien y que eche mano de los argumentos y pruebas a su alcance para la investigación”.
Días después lo destituyó y el sitio web del PRI capitalino borró fotos y videos de Gutiérrez de la Torre.
Las agencias del Ministerio Público se prepararon para recibir la andanada de acusaciones contra el criminal. Era claro que llegarían mujeres violadas, sobajadas, humilladas y obligadas a prostituirse por el presunto gañán, al que nomás había que verle la cara para saber que no podía ser otra cosa que padrote.
Pero pasaron los días, las semanas, los meses y nada. Nadie se presentó a los juzgados. Cada que podía, Ciro Gómez Leyva decía en su programa de radio: «ha pasado el tiempo y hasta ahora no hemos sabido de una sola denuncia o un señalamiento formal contra Cuauhtémoc».
Sólo hubo una denuncia que evidentemente no prosperó y fue el mismo periodista quien la dio a conocer. Ciro, hay que decirlo, fue el único que vio en el caso un linchamiento mediático y por eso es aborrecido por los defensores de las «causas nobles».
Todo estaba en contra de Gutiérrez de la Torre, pero no por su presunto lenocinio sino al parecer por su origen y su fealdad.
El padre de Cuauhtémoc, Rafael Gutiérrez Moreno, era un perfecto mal nacido y un criminal que en los años sesenta y setenta del siglo anterior regenteó a los pepenadores y esto lo llevó a ocupar una curul en el Congreso de la Unión. A la par era (se comprobó en su momento) violador y golpeador de mujeres. Tan es así que su última esposa lo mandó matar. Aunque de nada de eso tuvo la culpa Cuauhtémoc, como tampoco de haber nacido feo.
Pero tras el escándalo vino la investigación y la exoneración. Al menos por parte del Instituto Electoral del Distrito Federal que no encontró prueba alguna de que el acusado operara una red de prostitución en las instalaciones del PRI y con dinero del propio partido.
Ahora solo falta saber qué dice la Procuraduría de Justicia capitalina sobre los cargos de acoso sexual y trata de personas. La averiguación previa sigue su curso.
A tantos meses de distancia y sin una prueba sólida quizá también lo exoneren.
¿Qué pasará con Cuauhtémoc en el futuro y sobre todo con su futuro político? Sólo Dios sabe.
Todo parece indicar que sufrió un linchamiento mediático por el que nadie responderá. Y aunque (como decía mi abuela) a mi que no me den por bueno al sujeto, me queda la sensación de que lo defenestraron por feo.