Raúl López Gómez/Cosmovisión
10 de mayo SA de CV
Germán Dehesa decía que larga es la deuda que tiene el poblado de San Andrés Chalchicomula (hoy Ciudad Serdán) con la paz y serenidad espiritual del resto de los mexicanos, ya que en ese lugar nació Gustavo Díaz Ordaz que nos rompió la madre y el fundador de Excélsior, Rafael Alducin, que decidió exaltarla.
Evidentemente la idea de Alducin era homenajear y rendir culto a las madres mexicanas que en el lejano año de 1922 (cuando se festejó por primera vez el 10 de mayo) eran sinónimo de abnegación, sacrificio y sufrimiento. De hecho el periodista publicó en su diario: “Excélsior pretende que el 10 de mayo de todos los años sea consagrado por los hijos a enaltecer en vida o en memoria a quienes les dieron el ser”.
Pero el concepto degeneró en negocio cuando lo tomaron por su cuenta los mercaderes del templo transmutados en Canacos, Concamines y Canacitros y lo convirtieron en su segunda fuente de ingresos después de la Navidad.
Y es que todos tenemos madre (bueno, algunos no, pero eso no es tema en este momento) lo cual nos convierte en el mercado cautivo más grande del país. Hasta el hijo más ojete, ese que se va de briago los siete días de la semana, que es transa, vendedor de chueco y al que hay que sacar del bote al menos una vez al mes, tiene un rasgo de ternura y el 10 de mayo se presenta ante su jefecita con una flor de 15 pesos y le susurra con su inconfundible aliento etílico: muchos días de estos mamacita.
Rafael Alducin homenajeó a las mujeres sufridas y abnegadas que a los cincuenta años tenían cinco hijos y eran auténticas cabecitas blancas. A esa que esperaba pacientemente al trasnochado marido mientras este la presumía en la cantina: putas las demás, mi esposa es una santa.
En contrapunto con Rosario Robles que les jaló las orejas a las indígenas que tienen más de tres hijos, Alducin premió a las más paridoras con aparatos electrodomésticos y una plana en Excélsior rodeada de sus hijos, nietos y bisnietos. Y si la memoria no me falla, hasta con una carta del presidente Álvaro Obregón donde la felicitaba por su abnegación y creo que hasta por su patriotismo.
De aquellas mujeres de 1922 cuya única ruta en la vida era de su casa a la iglesia y de la iglesia a su casa sólo queda el recuerdo. Las madres del 2014 se han convertido en una mina de oro para los mercaderes ya que cada una representa una formidable fuente de ingresos para el comercio formal e informal. La derrama económica que provoca el Día de las Madres le da veinte y las malas al carnaval veracruzano y a las vacaciones de Semana Santa.
Felizmente ya casi no hay madres sufridas y abnegadas. Cada vez son más las que denuncian al golpeador y exigen pensión alimenticia al que abandonó el hogar. Si en la primera mitad del siglo anterior una madre soltera era rechazada hasta de los trabajos más pinches, hoy son vistas con respeto porque la inmensa mayoría son emprendedoras y luchonas.
Hay madres que son bravas, algunas incluso hasta se suenan al marido. Mi vecina la del nueve que es mujer policía y luchadora de la triple A, tundió a su consorte porque al muy baboso se le olvidó que el sábado anterior fue Día de las Madres y el tipo llegó hasta atrás y con las manos vacías.
Pero al margen de la mercadotecnia soflamera y hasta cursi que envuelve al 10 de mayo, la idea de Rafael Alducin de homenajear a quien nos dio una lección de amor y vida desde antes de conocernos, sigue vigente y se ha vuelto parte de nuestras festividades más celebradas.
Y qué bueno, porque no tendríamos madre si no honráramos a la nuestra al menos una vez al año.
Aunque sea un poco extemporáneamente, felicidades de corazón a todas las madres del mundo.