
El drama de los desaparecidos
¿Cómo te está yendo de posadas, lector? Están como que muy guangas ¿verdad? Como que la alegría bullanguera que normalmente hay en estos días está escondida; al parecer le da vergüenza salir y presentarse en público con esa sonrisa que contagia.
¿Qué estará pasando?
Quizá nuestra apatía navideña se deba a que esta vez no tuvimos que esperar al fin del sexenio para desencantarnos de nuestro Presidente. La luna de miel apenas duró un año ocho meses antes de que llegara el fregazado demoledor que lo tiene en la lona y a nosotros entre el desconsuelo y el chasco, entre la frustración y la impotencia, entre la zozobra y el miedo.
Este gobierno se preparó para las loas, los baños de incienso por las reformas y para que al Presidente lo bautizaran como el salvador de México. Pero nunca se preparó para los días de borrasca política y menos para enfrentar tragedias.
Los 43 desaparecidos de Ayotzinapa dejaron pasmado y catatónico a Enrique Peña Nieto, y su gabinete mostró una ineptitud que raya en el pecado. Los hechos de violencia que provocaron esas desapariciones tienen al Presidente entre la espada y la pared porque no tiene ni la menor idea de cómo actuar. La casa de Las Lomas puso al descubierto un conflicto de intereses con un tufo bárbaro a corrupción que no ha sabido sortear.
Luego vino el asunto de la mansión del señor Luis Videgaray, construida en una zona tan exclusiva que sus moradores no conocen el olor de los frijoles. Y de ahí al desencanto nacional nomás había un paso que ya se dio.
Los problemas del narco, la inseguridad y la corrupción se han metido tanto en las venas del país que ya nos acostumbramos a vivir con ellos porque nadie ha hecho algo realmente efectivo para combatirlos. Ah, pero apenas Evo Morales dijo que México es un Estado fallido, la Secretaría de Relaciones Exteriores se apresuró a pedirle una “explicación”.
Por Dios, qué falta de vergüenza la de la Cancillería.
A unos días de que se termine este calamitoso 2014 el saldo no puede ser más desalentador: Michoacán está exactamente en el mismo punto que cuando comenzó el sexenio y en un tris de ponerse peor; sigue la violencia en Morelos; Guerrero está incontrolable y Oaxaca va para allá.
Hay descontento social en decenas de municipios por diferentes motivos, y el Presidente y su gabinete andan como que en otro canal.
El país está nadando en un lodazal de corrupción ya que desde gobernadores hasta comisariados ejidales hacen lo que quieren con la lana del erario y nadie les dice nada. Por ejemplo, el gobernador de Puebla y el de Chiapas están gastando cantidades criminales de dinero que no es de ellos en su imagen mediática porque quieren ser presidentes de este país.
¿Y dónde está el Presidente?
Enrique Peña anda por ahí dando explicaciones que no convencen, cifras que no emocionan y promesas que nadie cree. ¿Se irá a volar la puntada de salir a cuadro en cadena nacional para desearnos feliz Navidad y un mejor año? Es capaz.
Salvo tu mejor opinión lector, en estas fechas se siente todo menos el espíritu navideño. Hay hartazgo, desconfianza, miedo, resentimiento, coraje, frustración, dolor y amargura. Y si alguien lo duda puede preguntar a las víctimas de un secuestro, a los deudos de un asesinado, al familiar de un desaparecido, al trabajador transado por servidores públicos, a los niños que no tienen clases porque sus maestros andan haciendo desmadre y medio, o a los familiares de los 43 normalistas.
Desde que la presidencia de la República es sexenal nunca se había sabido de un mandatario que se desinflara tan feo a los dos años de su gobierno, ni que disminuyera tanto en popularidad y en autoridad como Enrique Peña Nieto.
Y todavía le faltan cuatro años.
Pobre hombre y pobre país.
PD.
Como al parecer el espíritu de la Navidad anda de vacaciones, me voy tras él. Nos vemos en enero, querido lector. Un abrazo fraterno para ti y mis mejores deseos para el 2015.
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