La despolitización del pueblo y sus nefastas consecuencias
¿Y si Héctor Yunes dice que sí?
Es sólo cuestión de trámite para que el Congreso local apruebe la propuesta de la gubernatura de dos años enviada por el Ejecutivo estatal. A pesar de que el PT dijo que votará en contra; a pesar de que el PRD quiere hacer valer su status de partido de oposición (status en el que no creen ni sus fundadores) y a pesar de todos los pesares, lo cierto es que, a menos que del centro reculen, la propuesta está más que planchada y no tendrá problemas para ser aprobada.
Seis son los aspirantes priistas a gobernar la entidad aunque sea por 730 días: Alejandro Montano, Adolfo Mota, Erick Lagos, Jorge Carvallo, Gerardo Buganza y Alberto Silva. De estos lector, quita a los primeros cuatro y sólo quedarán Buganza y Silva Ramos. El primero es un ex panista reciclado que ha hecho muy bien su chamba y se dice que regresará a la Secretaría de Gobierno, y el segundo es amigo del gobernador desde hace mil años y también ha hecho muy bien su chamba.
Pero en esta ocasión y a pesar de que la amistad ayuda no cuenta porque la elección se hará desde Los Pinos. Y puede que en una de esas escojan a uno de los primeros cuatro con lo que el PRI sufriría un verdadero calambre por la pobreza y debilidad política de quien resulte electo.
Y es que la única carta de presentación que tienen Adolfo Mota, Erick Lagos y Jorge Carvallo ha sido su pésimo desempeño en sus actuales puestos. Nombrar candidato del PRI a cualquiera de ellos en las actuales circunstancias y nomás porque tienen muy buenos cuates en el altiplano, puede ocasionarle un revés muy severo al tricolor.
A Alejandro Montano le hace falta tener más presencia en Veracruz porque es un legislador poco conocido a nivel estatal.
Gerardo Buganza ha hecho un excelente trabajo como Secretario de Gobierno y ahora como titular de la SIOP. Tan es así que suena con fuerza para cubrir el último tercio del actual gobierno otra vez como secretario de Gobierno, pero tiene el corazón azul.
Alberto Silva ha sido uno de los alcaldes más brillantes que ha tenido el puerto de Tuxpan. Seis meses antes de que terminara su mandato fue nombrado secretario de la Sedesol donde tuvo un paso fugaz pero que dejó huella. Casi de inmediato lo llamaron para calmar las broncas en la Coordinación de Comunicación Social y pudo con el paquete. Su casi segura nominación como candidato a diputado federal será un premio a su trabajo, pero ojo, se le menciona de unos días para acá para ocupar un alto cargo en el gabinete.
¿Quién será el elegido?
Un periodista de cuyo nombre me acuerdo todos los días escribió en su columna del pasado viernes a propósito de que tanto José Yunes como Héctor Yunes han rechazado públicamente la propuesta del Ejecutivo estatal “¿Y si el Presidente llamara a cualquiera de los senadores priistas de Veracruz y les pidiera que fueran por la (gubernatura) de dos años? ¿La rechazarían? ¿Le harían el desaire al primer priista del país?”
Pero por supuesto que le harían el desaire. Tiene años que la figura presidencial dejó de ser la del dios omnipotente, omnipresente y totalitario al que había que obedecer por encima de todas las cosas. Y así como andan de calientes los dos Yunes porque los están bajando muy feo del viaje sexenal que soñaban emprender, puede que le digan al Presidente “no gracias, yo paso”.
Pero puede que le digan que sí.
Y si el que acepta es Héctor Yunes Landa, ocupará esos 24 meses en cobrarse agravios viejos y nuevos. Héctor gobernará con la espada desenvainada los 730 días de su mandato.