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CHILPANCINGO, Gro., 16 de mayo de 2014.- «No queríamos regresar a nuestras casas con las manos vacías», expresó Luis Antonio Torres Vinalay, un jornalero de San Isidro Gallinero, municipio de Acapulco, Guerrero.
Mostró sus manos sucias y esqueléticas, después los bolsillos vacíos de sus jeans rotos y ensangrentados.
Tras él otros 15 jornaleros, hombres y mujeres, también mostraron sus bolsillos vacíos, sus rostros demacrados y sus ropas convertidas en harapos sucios y rotos.
El sueño se rompió… Regresaron a Guerrero con las manos vacías.
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Torres Vinalay es joven, viste jeans rotos, playera blanca y huaraches de campesino.
Recuerda que semanas atrás un hombre al que identifica como Santiago Bello, del Servicio Estatal de Empleo, se presentó ante él y varios compañeros para ofrecerles trabajo en la pizca de uva, en Sonora.
La promesa de un buen salario, estancia, alimentación y trabajo seguro durante un par de meses emocionó a Torres Vinalay y a otros 38 jornaleros de diferentes rancherías de Acapulco y la Costa Chica, que junto a sus familias viven en condiciones de pobreza extrema.
Bajo la convicción de «juntar un dinerito», los 39 jornaleros guerrerenses se fueron en un autobús al estado de Sonora y llegaron al rancho propiedad de Agropecuaria Las Mercedes S.A. de C.V.
«Nos fuimos todos juntos, en cuanto llegamos lo primero que nos dijeron es que las comidas las teníamos que pagar de nuestro dinero, a 45 pesos. Eso no nos importó porque nos dijeron que la paga era buena», relata Luis Antonio Torres Vinalay.
Inicialmente les prometieron 18 pesos por cada caja de uvas recolectadas, pero una vez en el rancho, les aclararon que les pagarían 9 pesos, 12 a lo mucho, pero ni un centavo más.
El primer día de pizca la empacadora les rechazó las cajas de uva: «Nos comenzaron a tratar mal, a las mujeres les tiraron sus cajas, nos gritaban e insultaban», cuenta David Romero Carpio, un jornalero de El Tamarindo, municipio de San Marcos.
De acuerdo a Torres Vinalay, ocho mujeres formaban parte del grupo de jornaleros guerrerenses.
«Primero comenzaron a maltratar a las mujeres, luego a nosotros», relata mientras baja la mirada y aprieta los puños con impotencia.
Los directivos de Las Mercedes les impidieron trabajar más de dos horas al día; el resto del tiempo los mantuvieron encerrados en una especie de galera que servía como dormitorio.
«Dormíamos sobre tablas, sin cobijas, sin nada», cuenta otro de los jornaleros que cubre su rostro con un paliacate rojo.
Encerrados, sin que se les permitiera trabajar, sin ingresos y con la obligación de pagar sus alimentos a la empresa, se quedaron sin dinero.
Fue entonces que los jornaleros se reunieron y tomaron una decisión: abandonarían el rancho en el que sufrían maltrato y abusos y buscarían la manera de regresar a Guerrero.
Cuando informaron a los directivos su deseo de irse, la respuesta fue peor de lo que imaginaban.
«Nos dijeron que sí, que nos fuéramos, pero que ellos nos sacarían de tres en tres a la calle. Entonces nos dimos cuenta que quizás nos querían dividir para matarnos y tirarnos en algún lugar», cuenta Romero Carpio, el más anciano del grupo de jornaleros.
Pero los guerrerenses no fueron los únicos que trataron de huir; en un celular muestran la fotografía de otro jornalero que llora afuera de los dormitorios, junto a una bolsa con ropa.
«Entonces nos dimos cuenta que los del rancho Las Mercedes eran delincuentes, a ese compañero lo fueron a dejar ahí los policías, aún estaba con sus bolsas con ropa a un ladito de él, no lo dejaron que se fuera y lo encontramos llorando… Hay más cosas que vimos, pero no puedo hablar más, no puedo decir más que eso», cuenta don David.
Los jornaleros guerrerenses decidieron que era hora de irse, a como diera lugar.
Para proteger sus vidas se fueron en grupo, pero recibieron una última amenaza, según relatan.
«Nos dijeron que por su cuenta corría que no llegáramos con bien a Guerrero».
Sin dinero, tomaron sus mochilas y bolsas con ropa y caminaron desde Pesqueiras hasta Hermosillo. Juntos para evitar cualquier ataque o atentado contra sus vidas.
En el rancho dejaron a una mujer embarazada, junto a su madre y su suegro, conscientes de que sin agua y con varias semanas de gestación no soportaría el viaje a pie.
La travesía comenzó a las 10 de la mañana; caminaron por la orilla de la carretera y atravesaron el desierto sin siquiera una botella con agua.
El conductor de un camión de la empresa Lala se apiadó de ellos y les regaló agua, pero resultó insuficiente para los 39 jornaleros guerrerenses, a los que se sumaron dos procedentes del estado de Morelos.
Casi al anochecer llegaron a una caseta de peaje, donde recibieron ayuda de la Policía Federal.
«Ya llegando a la caseta de cobro de Hermosillo nos auxiliaron los federales y de ahí nos llevaron a Hermosillo, nos fueron llevando de a cuatro, de a cinco, los que cabían en la patrulla. También la gente que iba viajando y traían espacio en sus camionetas nos ayudaron para llegar todos a Hermosillo. Si no hubiera sido por ellos no habríamos llegado», cuenta Torres Vinalay.
Una vez en la ciudad, acudieron a las oficinas de Derechos Humanos, donde les apoyaron con el costo de sus pasajes para llegar a Chilpancingo, Guerrero.
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Llegaron en una madrugada lluviosa y sin dinero para hospedarse, permanecieron afuera del ayuntamiento.
Varios se comunicaron con sus familiares, quienes llegaron a rescatarlos para regresar a sus comunidades.
Con el paso de las horas, el grupo de 39 se redujo a 16 jornaleros varados en la capital guerrerense.
Pero aún con cinco estados de por medio entre Guerrero y Sonora, nuevamente se sintieron amenazados por los directivos de Las Mercedes S.A. de C.V., que enviaron a un abogado hasta Chilpancingo.
«El abogado nos buscó, nos encontró y nos presionó para que no buscáramos ayuda, que la empresa pondría el transporte hasta nuestros comunidades, pero no quisimos porque nos amenazaron desde antes de salir del rancho», comentó uno de los jornaleros.
El presidente de la Comisión de Defensa de Derechos Humanos (Coddehum), Ramón Navarrete Magdaleno, acudió al pórtico del ayuntamiento en el que los 16 hombres y mujeres se guarecían del sol.
Junto a un representante del gobierno municipal, se comprometieron a costear el pasaje de los jornaleros para que regresaran a sus municipios.
Entre aplausos, risas y llanto, los jornaleros festejaron el apoyo de la Coddehum y el municipio.
Se regresaron con las manos vacías, los guaraches gastados, la ropa convertida en harapos… pero con vida.
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Mercedes es un hombre de origen latín que significa «la que libera de la esclavitud».
Sin embargo, Agropecuaria Las Mercedes S.A. de C.V. significó para los jornaleros el regreso a la esclavitud y la pérdida de su libertad.
No es la primera vez que esta empresa es acusada de maltratos, abusos, violación de mujeres y recorte salarial injustificado a los trabajadores.
El 29 de mayo de 2009 La Jornada publicó una nota en la que un grupo de jornaleros denunciaron insultos, «pago a medias» e incluso golpes por parte del administrador del rancho.
El 29 de marzo de 2012 el portal de noticias Inforural publicó una nota de la reportera Kutzi Hernández, sobre 58 trabajadores de Zacatecas que también huyeron de Las Mercedes a causa de la explotación y el trato inhumano que recibían.
La nota indica de manera textual: «(…) Eran tratados con palabras altisonantes, (…) los ponían a trabajar más de ocho horas al día (…) los alimentos consistían en frijoles en mal estado, servidos en platos desechables usados. La empresa, cuya razón social es Agropecuaria Las Mercedes, SA de CV, jamás les entregó a los peones contrato ni otro documento (…) Cada día se levantaban a las cinco de la mañana (…) Debían caminar 3 kilómetros hasta el lugar donde se servía el desayuno, consistente en café y frijoles llenos de piedras.
Agrega: «A las seis y media llegaban hasta la bodega en que vivían y tenían disponible hasta las nueve de la noche para bañarse, en un sitio donde había sólo cinco regaderas para las miles de personas –hombres y mujeres– ahí congregadas.
La historia ocurrida en marzo de 2012 es la misma que se repite año con año.
Mercedes, la que trae la libertad, la que libera de la esclavitud, se convirtió en esclavista.