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BUENOS AIRES, Arg., 27 de septiembre de 2014.- Mafalda, la mítica niña rebelde e incisiva creada por el humorista gráfico Quino, Joaquín Salvador Lavado, cumple el lunes 50 años desde su primera publicación en el mundo, y su imagen infantil perdura en el imaginario popular de los argentinos.
«Nunca pensé que Mafalda estaría vigente después de 50 años, me conmueve mucho este homenaje», declaró el mes pasado Quino cuando el Ministerio de Educación presentó la colección Mafalda para armar, destinada a las escuelas públicas de Argentina.
En información publicada en La Jornada se indica que el artista nacido hace 82 años en la provincia argentina de Mendoza (oeste) y ganador del Premio Príncipe de Asturias 2014, se dijo entonces «muy conmocionado» por la edición de 10 millones de juegos de Mafalda para armar, una selección de tiras con base en cuatro ejes temáticos.
Quino ilustró además una publicación para las escuelas sobre los Derechos del Niño, de la que se editaron 2 millones 350mil ejemplares en castellano y en siete lenguas de pueblos originarios.
Venerada por varias generaciones de argentinos, Mafalda es uno de los personajes de ficción que forman parte de la Galería de Ídolos Populares de la Casa Rosada (sede del Poder Ejecutivo).
La niña irreverente «decía las cosas que no se podían decir en épocas en que las palabras estaban prohibidas, interpelaba a la sociedad», dijo en marzo la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en un homenaje a Quino.
«Paren el mundo, que me quiero bajar»
Mafalda fue creada originalmente por Quino como soporte de una publicidad de electrodomésticos que finalmente nunca vio la luz, quedó olvidada por dos años en una carpeta hasta que fue publicada por primera vez el 29 de septiembre de 1964 en el semanario Primera Plana.
La tira pasó luego al diario El Mundo, donde se publicó hasta el 25 de junio de 1973. Sus libros fueron traducidos a 26 idiomas y sólo en Argentina se vendieron más de 20 millones de ejemplares. No obstante, las reflexiones de la niña terrible que cuestiona al mundo con implacable ingenuidad se recrean en afiches, camisetas, bolsos, tarjetas, útiles escolares y todo tipo de productos que replican su imagen.
«Paren el mundo, que me quiero bajar», es una de las frases célebres de esa niña que detesta la sopa, hija de clase media de una familia de Buenos Aires y preocupada por la paz mundial y la realidad política de su época.