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XALAPA, Ver., 03 de abril de 2015.- La feligresía católica vivió con fervor la pasión y muerte de Jesucristo; poco a poco los creyentes se congregaron en la Catedral Metropolitana para la eucaristía más importante del Viernes Santo y celebrar los momentos principales de este día: la liturgia de las siete palabras, la veneración de la Cruz y la comunión, previo a la procesión del silencio.
En la periferia del templo católico, los vendedores ambulantes apostados en la Plaza Lerdo, a todo sol. Las ventas no fueron las esperadas pero han estado mejor que otros días, comentaban los comerciantes.
El calor que rebasó los 28 grados centígrados alrededor de las 17:00 horas y agitó a los feligreses; mientras la homilía daba inicio los neveros hacía su agosto.
Al interior de la rectoría aún se observaban las butacas vacías, la comunidad católica de esta diócesis predominaba, los cristianos comunes eran los menos.
Se observaba, en su mayoría, rostros de personas adultas. La juventud brilló por su ausencia, las niñas y niños presentes se miraban inquietos por el bochorno, no querían estar en el lugar, pero sus padres los aplacaban.
Quince minutos pasados de las cinco de la tarde apareció en el Altar Mayor Monseñor Hipólito Reyes Larios, vistiendo la sotana de gala, enviada desde El Vaticano para ser estrenada en esta fecha; tras de él los seminaristas, presbíteros de otras diócesis y monaguillos.
Los presentes se ponen de pié y entonan una alabanza, en el trascurso de la eucaristía va llegando más gente, minutos después la Catedral estaba a tope, no abarrotada como en años anteriores pero los católicos acudieron, atendieron el llamado que en repetidas ocasiones previo a la Semana Santa la Iglesia pronunció.
En la Oración Universal, donde el Arzobispo de Xalapa habló por casi 20 minutos interrumpidos resaltaron dos puntos: se pidió por que los gobernantes de los pueblos sean sensibles y trabajen con honradez por sus gobernados, y para que se acabe la violencia y pobreza, “esto sólo podría ser teniendo a Dios presente, encomendándose día a día a él para actuar con rectitud”.
“Para vivir en un ambiente de paz y libertad; Dios todopoderoso y eterno, llamamos a mover el corazón de los hombres y defender los derechos de los pueblos, mira con bondad a nuestros gobernantes para que con tu ayuda promuevan la paz duradera un auténtico progreso social y una verdadera libertad religiosa”.
“Danos consuelo y fortalece a los que sufren, escucha lo que invocamos para que tengamos paz y tranquilidad”.
Al tiempo, algunos de los feligreses, a medio sermón, se quedaron dormidos o cabeceaban de sueño; una mujer de edad avanzada llamó la atención a su nieto no mayor de seis años, quien se revelaba a rendir culto a la Santa Cruz; tras un jalón de orejas, se arrodilló y comenzó a orar.
También había quienes sólo fueron de paso, a persignarse. No permanecieron en la celebración religiosa.
Tras la adoración a la Cruz, Reyes Larios ofreció la comunión pero antes enfatizó tener listo el diezmo pues con esos recursos se contribuirá a la construcción de más templos para la adoración de Dios, el creador del Universo.
Los señores fueron quienes menos cooperaron, las mujeres buscaban entre su cartera las monedas de menor valor, en las canastas que portaban las religiosas se manifestó la crisis económica que aqueja a la población.
Una y otra vez se instó desde el Altar Mayor de la importancia de arrepentirse de los pecados no sólo en estos días. Que este Viernes Santo fuera el inicio de la resurrección, es decir del comienzo hacia el camino, hacia otra vida de fe y reconocimiento de Dios.
Al terminar la homilía y cuando el Presbítero anunciaba la bendición, cerca de las 19:30 horas los feligreses abandonaban el templo a prisa. El Arzobispo de Arquidiócesis de Xalapa continuaba hablando, pero los feligreses ya habían cumplido, no podían esperar más.
A su salida se les observaba orgullosos, unos daban la apariencia de haberse quitado una carga de encima pues ya habían participado en la celebración más importante conforme al calendario litúrgico de su religión.
Mientras, otro nutrido grupo ya se congregaba en la Iglesia de Las Américas para caminar en silencio (en representación del luto) por las principales calles de la ciudad hacia la Plaza Lerdo, donde Hipólito Reyes Larios ofreció un breve mensaje a la feligresía y dar así el pésame a la Virgen María por la Crucifixión y muerte de su hijo Jesús.