
Teresa Gil/Libros de ayer y hoy
El Sistema Nacional Anticorrupción
Primero fue aprobada por el Senado de la República y la Legislatura Federal, después, deberán palomearla cada uno de los Congresos Estatales, es el tan esperado Sistema Nacional Anticorrupción, ese mismo esquema que en el papel, debería servir para detener esa práctica que ha estado siempre ligada a la dinámica de México, como de cualquier otro país.
En efecto, el Congreso de Veracruz aprobó el sábado pasado la minuta de la Ley Anticorrupción, y con ello, nuestro estado se sumó a los intentos por erradicar esta práctica cotidiana y repudiada, a la que se ha ligado por muchos años a México, y a otros países en el ámbito internacional.
Entre sus virtudes, el Sistema Nacional Anticorrupción permite a los Congresos de los Estados definir los límites de endeudamiento de sus propios Gobiernos, para ello, tendrán la facultad de marcar, con base en la realidad económica de cada entidad, la cantidad de deuda a contratar.
En esencia, el simple hecho de que exista ya un Sistema Nacional Anticorrupción es un gran primer avance, no podemos negar que aunque esta Ley tendrá muchos huecos, el simple esfuerzo por echarla a andar, ya es en sí, un paso nunca antes dado. El atrevimiento ya es plausible.
Pongamos los pies en la tierra, no esperemos que con esta Ley se acabe la corrupción, o se capturen a los funcionarios que la han cometido de manera flagrante ante los ojos de la sociedad, no, nada de eso, para ver buenos resultados, los mexicanos tendremos que ver lo que ocurre de hoy en adelante.
El Sistema Nacional Anticorrupción no acabará con el agente de tránsito que pide «mordida»al automovilista; tampoco acabará de tajo con la corrupción en las ventanillas donde se efectúan trámites engorrosos, es decir, no ataca en lo particular; de igual forma, tampoco es retroactiva, pues no pondrá en la cárcel a quienes cometieron años antes actos corruptos, no, nada de eso, pero es un buen comienzo en el marco de una historia que nos ha perseguido a los mexicanos.
Llama la atención, y se presta para la polémica, el hecho de que el Presidente no podrá ser juzgado por corrupto, solo por asuntos que tengan que ver con faltas a la nación, pero no por temas que tengan que ver con corrupción o presunción de la misma.
El paso está dado, ahora, es tiempo de ver hasta dónde estamos preparados los mexicanos para empezar a vivir sin corrupción, o sin jugar con ella,cuando nos pueda tocar evitarla.