Ya todos sabemos que el próximo sábado, en el World Trade Center de Boca del Río, Alberto Silva Ramos asumirá la titularidad del PRI Estatal. De igual forma, es de dominio popular que el Dirigente Nacional del tricolor, Manlio Fabio Beltrones, asistirá a dicha toma de protesta. Y también es un hecho, conocido y revelado por muchos, que el Gobernador Javier Duarte operó y «planchó» para que todos los ex dirigentes del partido, incluyendo a los renuentes a este cambio, estén presentes, mostrando unidad ante los ojos de todos.
También sabemos que el diputado federal por Tuxpan e inminente dirigente del PRI Estatal, hablará de manera personal con los Senadores Héctor Yunes Landa y José Yunes Zorrilla, para que asistan al evento de Boca del Río, a pesar de que públicamente han externado su desacuerdo con la llegada de Silva Ramos.
Ahora bien, ¿qué no sabemos todos que puedo revelarle de manera confirmada sobre el cambio en la dirigencia tricolor de Veracruz?
De entrada, puedo decirle que en su desayuno con los ex dirigentes priístas contrarios al arribo de Silva Ramos, particularmente Carlos Brito y Gonzalo Morgado, el Ejecutivo Estatal usó aquella máxima respecto a que cada Gobernador en funciones, es quien propone e impulsa a su dirigente de partido. Es decir, siempre habrá corrientes en contra, pero finalmente deberán apegarse al que decide, pues lo mismo ocurrió con los ahora ex dirigentes, en su momento, con quien fuera mandatario veracruzano.
Históricamente, la facultad de proponer al dirigente estatal del PRI corresponde al Gobernador, si es que son del mismo partido, tal como ocurrió con el nombramiento de Beltrones, quien fue designado por el Presidente Enrique Peña Nieto. Ese mismo esquema se translada a las entidades que tienen circunstancias similares, como Veracruz, donde el mandatario es tricolor. Eso argumentó, entre otras cosas, el Ejecutivo Estatal en ese desayuno.
Asimismo, puedo decirle que estoy enterado, por fuente directa, que el dirigente nacional del PRI, Manlio Fabio Beltrones maneja la frase «de nada sirve al País un Presidente del PRI castrado», en franca referencia a que un titular del partido renunciara a sus aspiraciones de Presidencia o Gubernatura, para ser un buen árbitro de contienda. La alusión es clara, la aplica el propio sonorense para sí mismo, y la pueden ejecutar los dirigentes priístas en los estados. Es lógico que en ese peldaño de autoridad haya deseos de escalar al siguiente, aunque no se diga «públicamente».
Puedo decirle con seguridad que respecto al candidato del PRI hacia la gubernatura de Veracruz no hay algo decidido aún. Es decir, hay tres claros aspirantes, los Senadores Héctor Yunes Landa y José Yunes Zorrilla, aunados ahora, a Alberto Silva Ramos, por obvias razones. Todos ellos apoyados por figuras de corte nacional y estatal influyentes. Sin embargo, la verdad máxima es que decide aquel que ocupa la silla principal de Los Pinos.
Y claro, no podemos dejar de lado a tres personajes que siguen en el radar político, por si el que manda tomara la salomónica decisión de no ir con ningún Yunes ni «apadrinados», evitando así herir susceptibilidades o lastimar orgullos: los diputados federales Erick Lagos Hernández, Jorge Carvallo Delfín y Adolfo Mota Hernandez.