Raúl López Gómez/Cosmovisión
Descalificar candidatos ayuda
No hay peor enemigo que uno mismo, y más, en tiempos electorales. Muchos candidatos se pasan semanas pensando cómo derrotar a sus adversarios, o bien, buscando generar las mejores propuestas, mismas que por lo regular, acaban siendo refritos de otras que fueron presentadas en otros tiempos y por otros candidatos, ¿o no? Siempre es «más empleo, más educación, más seguridad, mejores salarios, más becas», siempre el mismo esquema, y en la propuesta reciclada se lleva la penitencia.
Han pasado 17 días de campaña y ante la falta de verdaderas propuestas originales, los protagonistas de la batalla han sido la descalificación, la exhibición y por supuesto, la ofensa entre candidatos.
Pensemos en los llamados distritos Xalapa Urbano y Xalapa Rural. ¿Recuerda usted las propuestas?, pongámosla más fácil, ¿recuerda usted cuando menos dos candidatos que no sean Adolfo Mota y Elizabeth Morales? Le aseguro que no, quizá recuerde uno, pero no más. ¿Y por qué se les recuerda más a ellos? En buena parte por las descalificaciones que les han hecho. La oposición ha equivocado el camino, pues las campañas sucias mal ejecutadas, posicionan aún más a la «víctima». Así pues, las mantas contra Adolfo Mota o las campañas contra Elizabeth Morales, aunque fueron creadas para denostarlos, los ayudaron.
Recomendarle a un candidato que hable mal de su contrincante y que gaste dinero en ello es contraproducente, es una necedad. Hacerlo es seguirle llenando al electorado la mente con la imagen del adversario, para bien o para mal, pero lo sigue viendo, escuchando, masticando, comiendo, y por supuesto, recordando, que es peor.
Ahora bien, el panorama cambia cuando la descalificación se acompaña de un escándalo, de pruebas en imágenes o videos irrefutables que ofenden la moral o los valores del ciudadano donde se efectúa la contienda, y más aún cuando vivimos la era donde las redes sociales deciden en buena parte las elecciones, crean famas o destruyen trayectorias, así, en «dos patadas».
Por ello, descalificar a cualquier candidato, sólo por ocurrencia, recurriendo a un rumor, o por el clásico «se dice que…» no funciona como muchos creen, por el contrario, lo fija más en la mente de los votantes.
Ejemplos hay varios, pensemos, muchos de los candidatos más descalificados por sus oponentes o linchados en redes sociales, gobernaron o actualmente gobiernan municipios, estados y por supuesto, países, en gran medida, por la «ayudadita» que les dieron sus adversarios.