Andi Uriel Hernández Sánchez/Contrastes
El tamal y los mapaches electorales.
Siempre que hay votaciones se habla del «tamal» y del «mapache». Estos términos nacieron en el ambiente de las prácticas antidemocráticas que suelen llevarse a cabo durante los procesos electorales.
El «tamal» se usa para referirse a algo que ya fue arreglado en beneficio o perjuicio de algún candidato, antes de que llegue la fecha de ejecución (o votación) . Puede tratarse del boicot de un evento masivo; manifestaciones en contra o a favor durante un debate; vítores o reclamos cuando toma la palabra algún aspirante, en fin, modalidades hay muchas, pero el «tamal» se da cuando el «asunto» ha sido arreglado, pagado o «platicado». Se puede «tamalear» desde una elección gubernamental o presidencial para beneficiar a algún candidato, hasta la del jefe de grupo de una universidad o el jefe de manzana. «El tamal» se heredó a cualquier actividad donde se «arregle» de manera ilegal o desleal un proceso.
Los «mapaches» son aquellos personajes que se dedican prácticamente a idear formas de robar votos. El término surje del mamífero que de manera sigilosa y desleal, le roba su comida a los otros animales sin que se den cuenta. De esta manera, el «mapacheo» en las elecciones consiste en poner en práctica ideas, para quitarle sufragios a los adversarios de manera obscura, tal como el mamífero lo hace con el alimento cazado por otros.
No dudo que los equipos de campaña de todos los candidatos en Veracruz tengan preparados sus operativos «antimapache», suponiendo que sus contrincantes tengan ya a sus «mapaches» preparados, listos para el 7 de junio, a esos «mapaches» que busquen «tamalear» el resultado de una casilla electoral.
Así es, se puede buscar «tamalear» el resultado de una casilla electoral, la votación de un municipio o la de un distrito completo, la magnitud del «tamal» va en función de las posibilidades de quien desee echar a andar la obscura práctica.
Cierto es que conforme han avanzado los tiempos y las democracias, aparecieron candados controlados por el órgano electoral nacional, como el observador externo o ciudadano, cuya función consiste justamente en fiscalizar, ahí, en la casilla, y sin quitar los ojos en ningún momento, la no presencia de estas prácticas antidemocráticas.
En la actualidad, «tamalear» una elección se ha vuelto complicado, pues los votantes ya no son los de antes, las instituciones tampoco, sin embargo, no olvidemos que las instituciones están formadas por sujetos, los cuales, como su nombre lo dicen, son subjetivos…y esos mismos que crearon las instituciones también crearon los «tamales» y «mapaches» electorales. No es propiamente que «el enemigo esté en casa», no es eso… pero ahí está.
A final de cuentas, volvamos a los orígenes, volvamos a aquello de que «no hay algo que esté por encima del voto real», el que no se «mapachea», el que no se «tamalea»…el que esperemos esté libre de «polvo y paja» este 7 de junio.