
David Colmenares Páramo/Desarrollo VS crecimiento desigual y pobreza
La expectativa del Gobierno mexicano de lograr un “acuerdo general” con Estados Unidos para reordenar el camino abandonado del Diálogo de Alto Nivel y para construir mesas de negociación directa que eviten las guerras mediáticas se viene abajo cada vez que Palacio Nacional insiste en estar conversando y Donald Trump aprovecha la menor oportunidad para señalar que en México es un narcoestado y que sus gobernantes están involucrados con los cárteles de la droga.
Más que un diálogo de sordos, las relaciones en torno al “acuerdo general” son una salida que busca México para procesar de manera ordenada las quejas de Estados Unidos, pero el presidente estadounidense y sus principales funcionarios de inteligencia y seguridad nacional civil y militar solo quieren que México –y no dicen cómo– desmantele o entregue a los siete cárteles de la droga que ya fueron identificados como narcoterroristas por el Departamento de Estado.
Nada de lo que haga o deje de hacer la presidenta mexicana, su burócrata canciller y su nervioso secretario de Economía encuentra algún espacio para encauzar la propuesta inteligente de un “acuerdo general”, pero se trata de negociaciones de un solo lado y nadie en la Casa Blanca quiere ir más allá del discurso machacón de Trump sobre la política y el narcoestado.
La semana pasada México tuvo a la mano todos los elementos analíticos para llegar a la conclusión de que el Tratado de Comercio Libre ya murió, que la Casa Blanca usa aranceles como instrumento político de presión y que en Estados Unidos va a correr el riesgo de sobresaltos de corto plazo –inflación, mayor déficit presupuestal y aumento escandaloso de la deuda interna– con tal de doblegar a México en materia de seguridad, migración y geopolítica. Y de modo desordenado, México parece haber entendido ya esa lógica y está comenzando a comentar que buscará otros mercados para el tomate –como caso especial de última hora–, lo que debe ser ha asumido ya como la realidad de inutilidad del Tratado.
Además, desde la reunión del G-7 el Gobierno de Estados Unidos comenzó una negociación de un tratado comercial bilateral con Canadá, como si el Tratado trilateral no existiera, a alguien le importara o valiera un cacahuate, y existen los primeros indicios de que la Casa Blanca podría iniciar pronto una renegociación del T-MEC en la lógica de un paso adelante con tratado bilateral.
Pero el problema no es el sentido profundo de los tratados comerciales en materia de aranceles como impuestos para estabilizar precios en exportaciones e importaciones, sino en que el comercio tendría que estar subordinado a criterios geopolíticos de los intereses nacionales de Estados Unidos.
A la Casa Blanca de Trump se le está reduciendo el tiempo para llegar a conclusiones reales en materia de castigos arancelarios porque a partir de agosto comenzarán nuevas cargas impositivas en exportaciones e importaciones con prácticamente todos los países del mundo y lo que se llamaría la arancelización de la geopolítica generará sobresaltos en la de por sí frágil economía mundial en tendencias de estancamiento y algunos de franca recesión.
La presidenta Sheinbaum había movilizado a su equipo económico y diplomático para desplazarse hace días a Washington a iniciar las negociaciones de un “acuerdo general”, pero en Estados Unidos nadie tenía ni una idea de alguna orden burocrática para recibir a los funcionarios y ajustar las prioridades estadounidenses a las exigencias de México en el escenario de un “acuerdo general”.
La idea del acuerdo general fue muy astuta de México, pero le faltó a Palacio Nacional la capacidad de funcionarios que pudieran gestionar las reuniones allá en Washington, sobre todo después de que el secretario de Estado Rubio platicó por teléfono –y no han persona como debiera ser una iniciativa de esta naturaleza y darle rango de Estado con la aceptación de los presidentes de las dos naciones– con el canciller De la Fuente y México dio por supuesto que ya estaban en rumbo de una negociación, hasta que llegaron los funcionarios a Washington y no encontraron ningún espacio para el tema del “acuerdo general”.
Anulado el Diálogo de Alto Nivel, confrontado Trump con México por la narcopolítica y el narcoestado, como un tema único en la agenda bilateral que se basa en la exigencia de Estados Unidos de que México entregue narcopolíticos y destruya a los cárteles y sus territorios y con presiones consistentes de la Casa Blanca para iniciar y controlar operativos de seguridad militar en México bajo mando estadounidense en contra de los siete carteles narcoterroristas, Trump el miércoles volvió a su cantaleta de que el Estado mexicano protege a los delincuentes.
En este escenario, las relaciones bilaterales de México-EU entraron en una zona de vacío diplomático, agresión de seguridad y silencio institucional.
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Política para dummies: la política sirve cuando sirve, pero no sirve cuando no sirve.
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