
Raymundo Jiménez/Al pie de la letra
En estos días en que abundan los saludos al presidente electo y las expectativas están por los cielos, es común oír frases como “yo voté por ti, ahora te toca cumplir” o “¡ojalá ahora sí arreglen mi calle!”. Y sí, quien gana una elección tiene la responsabilidad de gobernar, pero también hay una gran confusión sobre qué puede y no puede hacer un alcalde, tanto electo como en funciones.
Se lo pongo sobre la mesa: una ciudadanía bien informada tiene más poder que cualquier slogan de campaña. Si sabe cómo funciona el gobierno municipal, puede hacer que su solicitud adquiera mayor fuerza, con uso de razón y resultados. Por eso, aquí le explico tres claves que marcan la diferencia entre reclamar a ciegas o construir soluciones reales.
Antes de tomar protesta, su trabajo principal es prepararse, escuchar y planificar. Nuestro presidente electo, por ejemplo, ha determinado recorrer el municipio con la intención de agradecer la confianza que la ciudadanía ha depositado en él, consulta a la gente y está sentando las bases para la elaboración de su Plan Municipal de Desarrollo, además se ha reunido con personajes clave. Sin embargo, no puede ejecutar presupuesto todavía, tampoco firmar convenios oficiales o tomar decisiones administrativas. Aún no tiene el timón.
¿Para qué sirve un Plan Municipal de Desarrollo? (y por qué te importa más de lo que crees)
El Plan Municipal de Desarrollo (PMD) no es un archivo más: es el manual operativo de cada gobierno local. Todo lo que el municipio hará durante sus tres años de gestión debe estar plasmado ahí. Es la ruta que marca el camino.
Imagine que va a remodelar su casa. ¿Qué haces primero? Hace una lista de prioridades: la cocina ya no sirve, el baño se inunda, la entrada está rota. Luego decide cuánto puede gastar y en qué orden hará las cosas. Así, tal cual, funciona el PMD.
Por eso, cuando escuche que hay consultas ciudadanas, no lo vea como un acto simbólico. Es el momento clave para que lo que le duele se convierta en política pública: ese parque abandonado, esa calle con fugas, esa zona sin luz. Si no lo dice ahí, puede que nadie lo registre.
Y si no está en el plan… difícilmente llegará el recurso.
Ahora bien, ¿qué puede hacer un presidente municipal cuando ya está en funciones? Su tarea es encabezar un equipo que administre servicios públicos como agua, drenaje, alumbrado y manejo de residuos sólidos (basura), así como el mercado, parques, cultura, deporte y panteones. También coordina la policía municipal y programas de prevención del delito.
Antes de levantar la mano o escribir un mensaje solicitando algo al ayuntamiento, deténgase un segundo y hágase dos preguntas clave: La primera, ¿esto que pido es solo para mí o beneficia a varias personas?, la segunda, ¿realmente es competencia del municipio?
Ejemplos claros:
El pedir que reparen la banqueta de una escuela es legítimo y municipal; exigir una rampa de acceso para personas con discapacidad es justo y beneficia a más de uno; solicitar que se pavimente la entrada privada a tu terreno es un privilegio personal, no una necesidad común. Lo mismo pasa cuando se reclama por la falta de maestros o medicinas porque no le toca al alcalde, sino a la SEP o a la Secretaría de Salud, ya sea estatal o federal.
Hay muchas soluciones que pueden venir de programas sociales, becas educativas, apoyos al campo o gestiones federales y estatales. Si una escuela necesita techado o mobiliario, quizá el municipio pueda ayudar, pero muchas veces ese apoyo debe solicitarse a la SEV (educación estatal) o a través de Bienestar.
La clave está en saber expresar bien una necesidad, en el lugar correcto y con sentido colectivo. Quien entiende eso, puede articular propuestas, movilizar vecinos y lograr cambios concretos. Quien no, se queda esperando lo imposible, frustrado y desinformado.
Un presidente municipal no puede construir universidades, abrir hospitales especializados, poner oficinas del IMSS o cambiar leyes, entre otros temas. Y aunque pueda gestionar, hay límites legales y presupuestales que dependen de los gobiernos estatal o federal.
Si su comunidad necesita una clínica del IMSS, el alcalde puede tocar puertas, pero la última palabra la tiene el gobierno federal y su sector salud. Esperar que lo resuelva solo el ayuntamiento es como pedirle a un dentista que opere el corazón.
Conclusión
Un alcalde no es un genio de lámpara mágica. Es un servidor público con facultades, límites y responsabilidades. Pero una ciudadanía que conoce esas reglas se convierte en la fuerza más poderosa de cualquier comunidad.
Porque gobernar no es solo tarea del que gana la elección. También se gobierna desde abajo, con propuestas viables, con exigencias bien dirigidas y con sentido colectivo.
Informarse es el primer acto de liderazgo ciudadano.
Participar, el segundo.
Y pedir con justicia, el tercero.
Todo lo demás… es ruido.