
Celebración del 40 aniversario de la victoria soviética en 1985
La coincidencia hace que dos hechos fundamentales de nuestro país, sucedan el mismo día. Puede haber otros hechos igual de importantes el 25 de mayo, pero en este momento vale recordar que ese día en 1925, nació, hace cien años, la gran escritora Rosario Castellanos. Y el mismo día, pero 14 años antes, en 1911, fuimos liberados de una dictadura que duró más de treinta años en México, con la renuncia de Porfirio Díaz y su exilio posterior, a Francia. El centenario de Rosario coincide con el de otro gran talento de las letras, Emilio Carballido nacido el 22 de mayo. De tal manera que estaremos de fiesta lo que resta del año, por la creatividad y por una liberación que enfocó a nuestro país, a otros derroteros.
EL VIEJO DÍAZ HIZO DE SU DESPEDIDA UN ACTO POLÍTICO, EN VERACRUZ
La historia señala que la renuncia del general, que realmente se llamaba José de la Cruz Porfirio Díaz Mori, fue en la Cámara de Diputados el 25 de mayo de 1911, cuatro días después de los tratados de Ciudad Juárez, en los que se llegó a esa decisión. Al parecer el viejito quería quedarse un tiempo, pero una circunstancia de rechazo masivo enfrente de su casa, lo decidió a tomar sus cosas e irse directamente a Veracruz. Lo acompañaba el traidor Víctoriano Huerta que lo estuvo ayudando hasta que zarpó el día 26 el buque Ypiranga, que lo llevó a Francia. Pero antes, hizo un mitin con discurso y todo y algunos cercanos le pusieron música de despedida, se lanzaron 21 cañonazos desde el frente San Juan de Ulúa y se cantó el Himno Nacional. Fue el último momento de gloria para el dictador, que murió cuatro años después en París.
EL CENTENARIO DE CASTELLANOS, SERÁ UNA GRAN CELEBRACIÓN
La celebración del centenario de Rosario Castellanos se organiza con apoteosis y los siguientes días serán de homenaje, por el reconocimiento de su obra y trayectoria. Menciono una vez más, a grandes rasgos, su clásico Mujer que sabe latín… ( Editoriales SEP 1973 y FCE 2010), porque ahí se define la postura de la escritora chiapaneca, pero que nació en la Ciudad de México y de las mujeres que menciona en ese libro. Una postura hacia el otro género expresado de una manera directa. El primer párrafo de Mujer que sabe latín…es contundente respecto a esa opinión, válida en muchos sentidos, hacia el hombre “A lo largo de la historia (la historia es el archivo de los hechos cumplidos por el hombre, y todo lo que queda fuera de él pertenece al reino de la conjetura, de la fábula, de la leyenda, de la mentira) la mujer ha sido, mas que un fenómeno de la naturaleza, más que un componente de la sociedad, más que una criatura humana, un mito”. Todo el explaye que se va dando de parte de Castellanos y sus autoras, va cambiando poco a poco en el reconocimiento que se hace del aporte masculino. Porque escriben, como era común antes, en torno a la actividad del hombre como enunciado, incluyendo en ese nominativo a la propia mujer.
CASTELLANOS ACEPTA Al HOMBRE, AL FINAL DE MUJER QUE SABE LATÍN…
Al final del libro mencionado, después de la inserción de varios artículos y ensayos, algunos que tienen otros temas, uno sobre el poeta Claudel, Rosario se enfrenta con una toma de decisión que la hace pensar: ¿Que llevar en un hipotético viaje a una isla desierta? En la angustia de elegir va desechando libros y con sentido del humor dice que muchos como los de Proust, Mann y menos la Comedia humana, sería imposible llevarlos por el peso, pero finalmente se decanta por literatura mexicana. Y así incorpora en su viaje, El sueño de Sor Juana como única mujer, aparte de ella, y los demás, hombres y más hombres: Juan Ruiz de Alarcón, Gorostiza, Sabines, Rulfo, Bonifaz, Bañuelos, Pellicer y desde luego su propio libro Balún -Canán y los clásicos el Popol-Vu, Chilam-Balam y el Xahil. La gran Rosario Castellanos murió el 7 de agosto de 1974 cuando era embajadora en Israel. Su muerte fue en Tel Aviv por un absurdo accidente, al electrocutarse en el momento en el que descalza, trataba de colocar unas mesas que había comprado, según unas versiones. Su gran inteligencia no le advirtió de aquella traición del destino. Tenía 49 años.