
Raúl López Gómez/Cosmovisión
El asesinato artero de dos funcionarios del primer círculo de poder en la Ciudad de México y por lo tanto en el segundo nivel de poder del Estado nacional mostró el agotamiento de todas las estrategias de seguridad pública y estalló en un modo de un colapso de seguridad interior. Sea cual sea el grupo agresor, el mensaje que fue muy claro: el crimen desafió al Estado.
De ahí la importancia de salirse de las estrategias de grupos gobernantes, las de Miguel de la Madrid a Claudia de Sheinbaum Pardo, y la necesidad de diseñar un acuerdo de Estado con todas las fuerzas económicas, sociales y políticas. En pocas palabras, los crímenes de ayer martes 20 de mayo es la calzada de Tlalpan destruyeron el modelo gubernamental aislado López Obrador-Sheinbaum.
Es muy amplio el contexto en el que ocurrieron los asesinatos en Tlalpan. Y cada uno tendrá capacidad para agregarle escenarios de cualquier tipo. Pero lo cierto fue que los asesinatos contra altos funcionarios del Estado a nivel capitalino ocurrieron horas después de que se celebró la aprobación de la Estrategia Nacional de Seguridad Pública del Gobierno actual como continuidad de la estrategia de la administración del presidente López Obrador.
El otro dato que se debe analizar con objetividad, sentido crítico y hasta con intenciones establecer sanciones en función de cualquier estrategia de seguridad fue la falla entonces aspectos elementales de cualquier tipo de modelo de estrategia de seguridad falló la inteligencia porque nadie tenía ninguna idea del grado de violencia criminal en la capital de la República y erró el criterio de seguridad personal de funcionarios jugando a la frivolidad lopezobradorista de que el pueblo los cuida, tomando en cuenta que quiera ser que no los criminales también son pueblo, pero pueblo malo.
El primer círculo del poder del Gobierno de la Ciudad de México careció de cualquier tipo de criterio mínimo de seguridad: la secretaria particular todos los días recogía la misma hora al asesor en la estación del Metro y se iban juntos a la oficina, además de que su vehículo no era blindado, carecía de un chofer con una mínima reparación de seguridad y a nadie se le ocurrió ponerle un escolta, y eso de que se trataba de la secretaria particular de la jefa de gobierno.
El atentado criminal en Tlalpan mostró el escenario real de la inseguridad en la capital de la República que viene desde los descuidos de López Obrador y sus reacciones politizadas de que todas las protestas sociales eran de pirruris y mostró los indicios de que la ciudad que es sede de los poderes federales está infestada de todo tipo de bandas delictivas, y sobre ella pulula la disputa territorial entre el Cártel Jalisco Nueva Generación y el Cártel de Sinaloa.
A nivel de pavimento, existe ya fermentada una disputa que pronto derivará en lucha criminal callejera a balazos en la SDMX: los conflictos entre las bandas que controlan a los ambulantes, los vendedores de contrabando, los extorsionadores de personas, los cobradores de derecho de piso y los vendedores de droga al menudeo que se campean con toda tranquilidad en las calles de la ciudad ante la mirada sin capacidad de intervención operativa de autoridades y policías.
Y se está agriando también una lucha por la disputa del territorio de la capital de la República y ya está instalado en el Valle de México: los vendedores ambulantes capitalinos y mexiquenses tienen ya el padrinazgo de cárteles de la droga o de bandas delictivas y se ha agregado la presencia del Cártel de La Nueva Familia Michoacana qué opera en el Estado de México y en la zona periférica conurbada.
Puede que existan algunos programas especiales para combatir este tipo de delincuencia en las calles, pero todos los indicios revelan que el grado de impunidad de los delincuentes ha rebasado la capacidad de las autoridades de todos los niveles de gobierno. Durante años se advirtió la frivolidad de autoridades del Gobierno capitalino desde la época de Salinas a la fecha y nadie tomó en serio la definición de algún programa emergente de seguridad primero para identificar las características del crimen, luego para intentar blindar a grupos sociales y autoridades y finalmente para evitar que las grandes bandas y carteles tomarán el control del poder de la seguridad en el Valle de México.
Una sola pregunta fue hecha por expertos en seguridad el mismo martes del atentado: ¿a ninguna autoridad se le ocurrió que la secretaria particular de la jefa de gobierno tuviera mínimo blindaje de seguridad? Esta pregunta dimensiona el fracaso de las estrategias de seguridad. Y otra: ¿qué coraza de seguridad tienen los alrededor de diez mil altas figuras públicas capitalinas que deberán tener protección anti atentado?
El asesinato de Colosio como falla de seguridad política y estratégica del Estado se reprodujo en un nivel un poco menor en la figura de la secretaria particular de la jefa de gobierno.
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Política para dummies: la política es una actividad por sí misma que entra en el rango en la seguridad Del Estado.
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@carlosramirezh