
Felipe de J. Monroy/La despedida al pontífice anti fronteras
El domingo 18 de septiembre de 1977, el periodista Manuel Buendía reveló en su columna Sol y Sombra en El Sol de México la firma secreta de una Carta de Intención de política económica del presidente Luis Echeverría y el presidente electo José López Portillo con el Fondo Monetario Internacional para someter la aprobación de la política económica mexicana a los criterios condicionalidad fondomonetarista.
Buendía no pudo dejar de hacer una referencia irónica a un hecho significativo: la Carta de Intención –que cumplía con las exigencias del FMI y era obligatoria para que los bancos privados otorgarán créditos a México– fue firmada de manera oficial el 13 de septiembre de 1976, día de guardar en el calendario histórico-político de México porque recordaba cada año la batalla histórica en Chapultepec y la gesta de los Niños Héroes contra el invasor estadounidense que consolidó su victoria con el tratado de Guadalupe Hidalgo que le quitó a México más de la mitad de su territorio.
La presencia del FMI en México como un instrumento de control de política económica en modo obligatorio –sin el aval del organismo ningún país puede tener vida financiera– comenzó de hecho en 1973 con el fracaso muy rápido del populismo echeverrista que aumentó los gastos sin incrementar los ingresos y que metió al país en el ciclo perverso de la crisis inflación-devaluación.
Las quejas de Palacio Nacional contra el último reporte de expectativas del FMI –que pone a México como el peor país un crecimiento económico– son para consumo interno. Por obligación institucional, México tiene suscrita una permanente Carta de Intención de política económica con ese organismo internacional para cumplir con la condicionalidad fondista de decisiones internas de carácter hacendario y obtener el beneplácito o estrellita que otorga esa institución, todo ello en cumplimiento suscrito por México del Artículo IV del FMI. El reporte de la última visita a México de los técnicos del FMI fue el pasado 1 de noviembre de 2024 (https://www.imf.org/es/News/Articles/2024/11/01/pr-24404-mexico-imf-concludes-2024-aiv-consultation-and-mid-term-rev-under-fcl-arrangement) y México tuvo que reconocer la falta de autonomía en diseño de su política económica.
El FMI nació en el balneario de Bretton Woods en junio de 1944 como producto de una batalla entre dos pensamientos económicos: el keynesiano de intervención pública y el neoliberal del mercado. Por decisión de todos los países que ganaron la Segunda Guerra Mundial, el FMI y el Banco Mundial se erigieron en el Ministerio de Economía y Finanzas de todos los países capitalistas.
La tesis central planteada como condicionalidad obligatoria del FMI se basa en la doctrina monetarista-neoliberal friedmaniana de que la inflación es “en todo tiempo y en todo lugar un fenómeno monetario”, y a partir de ahí obliga a todos los países a centralizar el problema de la inflación e imponerles el criterio único de que los precios aumentan por el gasto público y el crecimiento económico.
Desde la carta de 1976 a la fecha, la economía mexicana está subordinada y supervisada por el Fondo Monetario internacional, y recibe las visitas del personal técnico para revisar si México está cumpliendo con los requisitos de bajar la inflación y funcionará como mercado privado. En este contexto, el discurso de López Obrador de que terminaba el neoliberalismo y comenzaba el posneoliberalismo fue demagógico porque también en el ciclo gubernamental de la 4-T la economía mexicana sigue controlada, supervisada y avalada por el Fondo.
Las cifras de expectativas que de modo regular emite el FMI para husmear el escenario de corto plazo en el crecimiento económico mundial y por países se basan en la información que las naciones proporcionan a los técnicos del Fondo, por lo cual se debe reconocer que las expectativas últimas que ponen a México para 2025 con un PIB de -0.3% salieron de las estadísticas oficiales de la Secretaría de Hacienda. Una cosa es que no se esté de acuerdo con la cifra y otra que suponga que existen otras cifras diferentes a las del FMI, las cuales, por cierto, son las únicas válidas que toman en consideración los inversionistas extranjeros y nacionales para definir sus planes de desarrollo.
El problema, en realidad, no es del Fondo. El FMI ha definido su pensamiento económico de mercado, pero los países subdesarrollados han carecido de fuerza para construir nuevas teorías económicas, algunas de ellas que tuvieron vida muy corta y que planteaban –como el mexicano Juan F. Noyola– que la inflación era de estructura productiva y no de circulante monetario, además de identificar las crisis en el modelo de países dependientes.
El pensamiento del FMI es único porque se impone desde el poder mundial, pero corresponde a las naciones subdesarrolladas la posibilidad –aunque modo de incapacidad real– es definir su pensamiento económico con enfoque sociales.
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Política para dummies: la política debe gobernar la economía, pero el poder del dinero somete lo social.
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