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Andi Uriel Hernández Sánchez/Corrupción gubernamental: vivita y coleando
No se tiene claro si México ya entendió el juego de Donald Trump detrás de los aranceles y de sus discursos agresivos contra su vecino del sur. Pero la Casa Blanca trumpista quiere tener en su flanco sur un vecino que funcione como colchón de seguridad nacional y que esté subordinado a los objetivos de Washington.
El modelo geopolítico de Trump tiene muchos parecidos y correspondencias con el de Richard Nixon-Henry Kissinger-Ronald Reagan: una estrategia de seguridad nacional extraterritorial que impida que su vecino del sur pueda tener algunos principios históricos que los lleve a representar, como objetivo o como punto de resistencia, intereses de adversarios ideológicos de EU.
En este sentido, el presidente Trump está aplicando sus técnicas de negociador que siempre juega a ganar-ganar. El nacionalismo mexicano tradicional –con el PRI y Morena–en realidad no le preocupa a Trump, pero está aprovechando la oportunidad desde la Casa Blanca para replantear la dependencia mexicana de EU por el Tratado, por la migración abierta que desdeñó Biden y por la frontera abierta al narcotráfico en los últimos años.
Más que un nacionalismo ideológico, agresivo o de proyecto nacional, México aplicó el modelo que Lorenzo Meyer definió como “nacionalismo defensivo” o de resistencia, no de consolidación de una línea autónoma de desarrollo o de relaciones de poder. EU la permitió a México gestionar a Cuba como un factor de despresurización que alejó a La Habana del patrocinio a revoluciones marxistas imposibles y no como plataforma de reactivación socialista.
La grandeza de EU que reconstruyó Trump en su discurso de MAGA no es otra cosa que reconcentrar en territorio americano el poder hegemónico mundial que le fue escamoteado primero por la globalización productiva y luego por la reconstrucción de China y Rusia como poder internacional ya no ideológico.
Trump ha delineado un nuevo territorio de seguridad nacional: al norte con Canadá y Groenlandia y al Sur con México y Centroamérica. La autonomía relativa de México en sus relaciones exteriores apenas se sale del escenario estadunidense con relaciones económicas y geopolíticas tibias con Rusia y China, dos países que carecen de instrumentos para meterse en serio en el continente americano pero que se han infiltrado en algunos espacios políticos de gobiernos ultranacionalistas asociados con Cuba.
Trump encontró en los aranceles, sus propios instrumentos beligerantes en materias de narcotráfico y su política migratoria los instrumentos para presionar a México y obligarlo a replantear los términos de la dependencia que llevaron incluidos los primeros años del Tratado comercial. Los tres instrumentos coercitivos sobre México buscan regresar a su vecino del sur a la subordinación geopolítica que lleva implícita la vecindad de una nación fuerte y una nación dependiente.
El discurso nacionalista de los gobiernos de López Obrador y Sheinbaum Pardo en realidad es asumido como irrelevante en Washington. La estrategia mundial de la Casa Blanca busca desarticular las posibilidades de creación de una comunidad de países no alineados a EU, menos ideológica a la que lideraron hace tiempo el Mariscal Tito y el Comandante Fidel Castro. Sería una especie de comunidad política con autonomía relativa, aunque dependiente del paraguas de seguridad nacional militar de Washington.
Los espacios de negociación de los secretarios Marcelo Ebrard Casaubón y Omar García Harfuch son muy reducidos: convencer que los aranceles generarían una crisis de empleo y social en México, aumentarían la presión migratoria y provocarían conflictos sociales de inestabilidad que afectaría a EU y aportar datos que la reciente ofensiva de seguridad contra cárteles y capos estarían desarticulado las estructuras del narcotráfico en México, reduciendo las posibilidades de producción y exportación de fentanilo y manteniendo de manera precaria la estabilidad social en zonas de alta violencia. Pero nada más.
Los gobiernos del PRI y del PAN no se preocuparon por la dependencia mexicana respecto de EU y los gobiernos cuatroteístas han supuesto una mayor autonomía relativa en temas nacionales con repercusiones fuertes en EU –drogas, migración y relaciones con China y Rusia–, pero con la circunstancia de que en los gobiernos de Clinton a Obama México fue desdeñado como factor estadunidense y ahora Trump se encontró que la culpa de los problemas estadunidenses tiene origen en México.
El fondo del asunto radica en que las relaciones México-EU enfrentan el desafío de la redefinición, aunque con la certeza de que el Tratado mantiene a México dependiente de los intereses estadunidenses.
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Política para dummies: La política ayuda a explicar lo inexoplicable.
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