José Ureña/Teléfono rojo
Ante la tragedia de un choque entre un avión de línea comercial y un helicóptero militar Black Hawk en Washington, el presidente de EU, Donald Trump, de inmediato determinó sin facultad alguna que el error fue del avión de línea o de la torre de control, y culpó a los expresidentes demócratas Obama y Biden, por reducir los estándares de calidad y capacitación en el personal del control aéreo en aquél país.
Aquí, precisamente Estados Unidos, cuenta con la Administración Federal de Aviación (FAA) y es uno de los países más avanzados en la seguridad aérea y de mayor rigurosidad en las investigaciones de los expertos para determinar en el minuto a minuto, cuál fue la causa del accidente que enlutó al país a nueve días del ascenso de Trump al poder presidencial.
De inmediato, la solidaridad con los familiares de las víctimas, y el deseo del pronto esclarecimiento de estos hechos, que para saber la verdad de la causa del incidente se tendrán que esperar a que los peritos realicen su trabajo por meses y se recuperen la mayor parte de las dos aeronaves que cayeron al rio Potomac con las sesenta y siete víctimas de forma lamentable.
Y es que nadie, por poderoso que sea, puede descartar o adelantarse a determinar las causas de un accidente aéreo, y más cuando el ser humano no es perfecto y la tecnología, también puede fallar en el momento menos pensado.
Precisamente, ese es el debate en la era de la inteligencia artificial, cuando existe una falla con esas lamentables consecuencias, a quien se va a culpar, por qué la tecnología tiene errores y en las manos de los seres humanos, más aún. Andale. Así las cosas.