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CDMX, 3 de noviembre de 2024.- Valdría la pena iniciar mencionando que la palabra abogada o abogado proviene de un término que se acuñó hace aproximadamente 2000 años. Es en la época del imperio romano, que se ubica entre el año 27 a.c. y el 456 d.c. El término en latín, de sobra conocido para los abogados, es advocatus. El mismo se empleaba para referirse a los expertos en Derecho que se dedicaban hablar o representar a otro frente a los tribunales. De hecho, el significado actual que nos brinda el Diccionario de la Real Academia nos remite al mismo contenido; es decir, formalmente el origen y el concepto actual se refieren al profesional del derecho que aboga por otro, lo cual sucede, como se mencionó, desde hace dos mil años.
Sin embargo, en la actualidad, muchos profesionales del Derecho que no ejercen la representación de otras personas ante los tribunales se asumen como abogadas-abogados, al considerar que si bien su labor fundamental no es propiamente el litigio, sí se relaciona con la aplicación del derecho y en la aspiración por la realización de los valores éticos más profundos que anhela la sociedad. Desde mi experiencia cotidiana, es común encontrarse con académicos, notarios, funcionarios judiciales y un sinnúmero de licenciados en derecho que desarrollan su labor profesional de manera diversa al concepto antes descrito, sintiéndose identificados con los litigantes por el profundo conocimiento de la ciencia jurídica como por los valores que orientan la búsqueda de la realización de la justicia.
Así, quienes nos dedicamos a la abogacía mexicana, nos encontramos en una discusión que no existe formalmente y que pareciera carecer de consecuencia alguna, aunque resulta mucho más relevante de lo que a primera vista puede parecer, máxime porque adoptar uno u otra de las dos posturas expuestas, tiene repercusiones que pueden abarcar desde la formación de quienes nos dedicamos a la abogacía, pasando por el desarrollo de su ejercicio, incluyendo la necesidad, o no, de una regulación legal específica, y todo ello significa observar a la abogacía desde la sociedad, podría mencionar, salir de nuestro entorno para observamos nosotros mismos, al lado de la sociedad, para criticarnos y mejorar.