Carlos Ramírez/Indicador político
Una de las pocas ocasiones (quizá la única) que el gobernador Cuitláhuac García pidió una disculpa pública a nombre del gobierno estatal, fue el 5 de noviembre del 2019 en Papantla, por la desaparición forzada de tres jóvenes ocurrida en ese municipio en marzo del 2016, durante el gobierno de Javier Duarte.
¿Lo hizo por iniciativa propia? No hombre, ni por asomo. Lo hizo porque se lo “sugirieron”, a fin de bajarle la presión a los reclamos de familiares de desaparecidos que desde julio de ese año subieron de tono.
En noviembre del 2019 ya llevaba diez meses como gobernador y no había cumplido nada de lo que prometió al asumir el cargo el 1 de diciembre del 2018.
Recordarás lector que en esa ocasión hizo pública la “Declaratoria del Programa Emergente por Crisis de Violaciones de Derechos Humanos en Materia de Desaparición de Personas en Veracruz”, un documento cuyo kilométrico título debió de haberlo mareado, que le dieron para que lo leyera, pero del que no entendió nada porque entender no está entre sus virtudes.
Como quiera que sea, Cuitláhuac lamentó que los gobiernos anteriores hayan sido omisos con los desaparecidos y sus familiares y estableció un Programa Emergente de ayuda, atención, asistencia, protección, acceso a la justicia, acceso a la verdad y reparación de las víctimas, o lo que esto signifique.
El Programa contempla (o contemplaba porque valió para puras vergüenzas), dar seguimiento a los hallazgos y peritajes en fosas clandestinas; ofrecer una disculpa pública oficial a las víctimas y dotar de recursos económicos a diversos fondos de atención a víctimas.
Es decir, prometió todo, todo, todo y no cumplió casi nada.
De ahí que se multiplicaran las protestas y viniera la sugerencia de que fuera a Papantla a pedir perdón por la desaparición de Alberto Uriel Pérez Cruz, Luis Humberto Morales Santiago y Jesús Alan Ticante Olmedo, a manos de la policía de ese municipio.
Pero Cuitláhuac (no su gobierno, sino él como gobernador) tiene por delante un rosario de agravios contra miles de personas como las más de 3 mil a las que envió a prisión por “ultrajes a la autoridad”; con sus adversarios políticos a los que inventó delitos que nunca les pudo probar y los mantuvo en la cárcel por años (unos aún siguen ahí). Agravios contra personas inocentes como Yuli Raquel a la que con su aval, condenó al infierno de 60 años de prisión por un crimen que está más que probado y comprobado que no cometió.
También ha agraviado a niños con cáncer que se siguen muriendo por falta de medicamentos.
Pero ante todo, agravió a un millón 600 mil veracruzanos que creyéndolo un hombre honesto, justo y honrado, lo llevaron a la gubernatura con la esperanza de que las cosas mejoraran y resultaron peor que con Fidel, Javier y Miguel Ángel.
¿Les ofrecerá una disculpa pública?
Nunca en la vida, lector. Su soberbia, prepotencia y arrogancia se lo impiden. “¿Y yo por qué si soy el gobernador?”.
De ahí que no creo que se disculpe, como se lo piden los artistas veracruzanos, por sus desafortunadas y malintencionadas declaraciones tras el asesinato y desmembramiento del cineasta Víctor Muro. Primero al asegurar sin fundamentos que era un simple iluminador y luego al deslizar que entre Víctor y su victimario había algo más que una relación de amistad: “había un tema muy personal”.
Este fue un comentario sucio y perverso que le generó más animadversión de parte de una población que ya quiere que se vaya. Por lo que quizá hoy o mañana y para salir del paso, ofrezca una desabrida disculpa.
Pero ¿qué con el resto de los veracruzanos que sufrieron su autoritarismo, su sevicia y su falta de respeto por la ley? ¿Qué con quienes se llevarán a la tumba el dolor por las infamias que les provocó Cuitláhuac?
¿Acaso tendrá el cinismo de parodiar a Pedrito Flores y decirles “perdón si es que te he faltado?”
Así como están las cosas, lo mejor será que cierre el pico y se quede callado.