Carlos Ramírez/Indicador político
Cuando la oposición corría como gallina descabezada de liderazgos, el expresidente Ernesto Zedillo Ponce de León —beneficiario del asesinato de Luis Donaldo Colosio para mantener la línea neoliberal de Carlos Salinas de Gortari– emergió como el cabecilla que estaba esperando la oposición de clase media a la ultraderecha, después del batacazo de Morena y aliados hace poco más de 100 días.
Luego de 24 años de haber abandonado el país en un exilio voluntario y de irse a trabajar a la academia pero sobre todo a empresas privadas estadounidenses, el expresidente Zedillo se aparece en México para defender el modelo judicial que él contribuyó a configurar en 1994-1995 y que terminó en una estructura que pervirtió la justicia para quien no podían pagarla.
La figura de Zedillo encaja perfectamente en la definición política del proyecto neoliberal salinista-sin-Salinas que delimitó el proyecto asistencialista del presidente López Obrador y ahora de la presidenta electa Claudia Sheinbaum Pardo. Más que la reforma judicial como sistema de impartición de Justicia, la preocupación de Zedillo radica en la modificación de la estructura del sistema judicial al servicio de las empresas y no de los ciudadanos: el Estado de derecho como garantía del mercado sobre el Estado.
Y también se trata del Zedillo que optó en 1995 por salvar a los banqueros de la quiebra e inventó junto con el PAN de Felipe Calderón el Fobaproa que todavía le sigue costando a las finanzas públicas, mientras los bancos aumentan cada año su tasa de utilidad porque la lograron poner a salvo de los compromisos de los pasivos bancarios que crecieron por la ambición de otorgar créditos sin ton ni son. Zedillo abandonó a los usuarios de la banca que no pudieron hacer frente al aumento criminal de las tasas de interés bancarias a niveles de arriba del 100% y se vieron obligados a entregar las llaves de sus casas y de sus vehículos para que los bancos no quebraran.
Zedillo regresa a México a encabezar a la oposición PRI-PAN-perredistas sin partido-Xóchitl Gálvez Ruiz-Claudio X. González-Woldenberg y Córdova-Héctor Aguilar Camín y Enrique Krauze, un bloque conservador que no pudo construir una hegemonía política para derrotar a López Obrador y a su candidata.
Por cierto, Zedillo tendrá que enfrentarse a viejos adversarios: en la lucha contra el Fobaproa en 1995 hubo un activista social disidente que llevó la protesta a las calles frente a vehículos de Zedillo y que fue desdeñado desde las alianzas onerosas con el poder y el capital financiero: Gerardo Fernández Noroña movilizó a los afectados por la banca contra la decisión de Zedillo y hoy es nada menos que presidente de la mesa directiva de la Cámara de Senadores y responsable de la gestión de las sesiones senatoriales para aprobar la iniciativa de reforma judicial.
Y ahora viene una de las decisiones estratégicas de esa oposición desarticulada, desguazada, debilitada, deprimida y descabezada para intentar dar el último zarpazo en su huida: el perredista destripado Guadalupe Acosta Naranjo, de una biografía nefasta a la que la revista Letras Libres le ha tratado de lavar la cara, anunció ya la decisión de que con la representación del 1.8% de votos presidenciales obtenidos por el PRD tratará de impedir la ceremonia de toma de posesión de la presidenta electa Sheinbaum Pardo y su casi 60% de votos presidenciales.
Luego de dos derrotas presidenciales contundentes, el candidato López Obrador construyó en 2006 y 2012 un movimiento opositor que aglutinó a toda la disidencia, dejó de lado aún Cuauhtémoc Cárdenas de regreso a su limbo político, confrontó y desfondó al PRD de Los Chuchos y sus alianzas sin vergüenzas con el PRI de Peña Nieto y el PAN de Ricardo Anaya Cortés, construyó una alianza con los sectores priistas y panistas desencantados de Peña Nieto y su oposición regresó triunfante en las elecciones del 2018.
Los dos partidos de oposición sobrevivientes se encerraron en la concha de sus propios intereses: el PRI fue absorbido por el poder dominante de Alejandro Moreno Cárdenas Alito y la disidencia priista en modo de extinción fue humillada en la figura deslavada del antes poderoso político Manlio Fabio Beltrones Rivera; y el PAN quedó en las manos del gran derrotado del pasado 2 de junio: Marko Cortés, cuyos discursos de debate con Miguel Ángel Yunes hicieron palidecer de vergüenza a los últimos panistas sobrevivientes del parlamentarismo conservador e inteligente.
Falta por saber si Zedillo –el del México de Salinas de Gortari y Joseph-Marie Córdoba Montoya y no de Colosio— será un verdadero líder opositor de la derecha o se conformará sólo con un discurso y una graciosa huida.
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Política para dummies: la política es lo que viene y no lo que ya fue.
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@carlosramirezh