Pablo Jair Ortega/Columna sin nombre
El polémico e histórico proceso electoral de 2004 llega hoy a la penúltima antesala de definición de resultados: el Instituto Nacional Electoral, basado en la Constitución y las leyes, le otorgará mayoría calificada a Morena y aliados en la Cámara de Diputados y solo a tres curules en el Senado.
La inexplicable y oximorónica alianza entre tres partidos históricamente confrontados que se unieron contra la figura política del presidente López Obrador está tratando de ocultar su verdadero fracaso electoral detrás de una campaña mediática contra la sobrerrepresentación, partiendo del dato muy sencillo de que la Constitución permite legisladores adicionales por partido y no solo como coalición y Morena aprovecha los resquicios de las leyes para fijar una ventaja inalcanzable.
La oposición tuvo todo a su favor para hacer un papel más digno en las elecciones, pero las mezquindades, la incapacidad de estratégica, la ausencia de bases y votos y la falta de un verdadero liderazgo prohijaron a la peor candidata presidencial en la historia opositora del México moderno con una Xóchitl Gálvez Ruiz incapaz, políticamente inculta, superficial, vulgar, incompetente en el manejo de hilos de poder y sobre todo sin una propuesta coherente, a pesar de que los pesos pesados de la intelectualidad en modo orgánico la quiso convertir en la Santa Evita antilopezobradorista.
La diferencia de votos menos de 30 % contra casi 60% en la votación presidencial es una fotografía resumida de las selecciones. Los principales responsables del fracaso no serán los consejeros del INE ni los magistrados del Tribunal Electoral, sino los tres dirigentes de los partidos de la coalición opositora, los tres, por cierto, adversarios de partidos históricos que se confrontaron desde 1938 y 1989, que se tiraron todo tipo de lodo para dejar marcada la conciencia política de los electores lo que representaba cada uno de ellos, y repentinamente aparecieron del brazo y por la calle cobijados por un discurso vacío, irrespetuoso de los electores, sin ideales y solo repartiéndose las curules del legislativo y con ello dejando la impresión de que nunca les importó la candidatura presidencial.
Los tres partidos de oposición eran las instancias centrales para la construcción de una gran alianza contra López Obrador, Morena y aliados, pero fueron incapaces –para decir lo menos– de construir un proyecto político de alternancia; por si fuera poco, las dirigencias de los tres partidos de oposición le dieron con la puerta en las narices a las figuras de la sociedad civil o expartidistas que hubieran podido concitar pequeños bloques electorales, porque Alejandro Moreno Cárdenas Alito, Marko Cortés y Jesús Zambrano –en términos objetivos– se agandallaron las candidaturas legislativas.
La ignorancia política de la candidata Gálvez Ruiz la llevó a una campaña que fue de tumbo en tumbo, que no tuvo coherencia política, con panistas en su equipo de trabajo que habían fracasado en otras campañas, ella misma zarandeada por tratar de seguir a bote pronto los consejos que pululaban en los medios y que indicaban que el bloque de la campaña opositora carecía de unidad, de firmeza, de definición y que en los hechos nunca entendió de que se trataba la campaña presidencial opositora de 2024.
Aplastados por la aplanadora de López Obrador, Morena y partidos aliados, la oposición y sus titiriteros intelectuales, académicos y autodenominados expertos electorales se han agotado en una campaña mediática para frenar en el debate retórico lo que lamentablemente las leyes permiten: la sobrerrepresentación por partido y no por coalición.
Hoy el INE dará a conocer de manera oficial lo que ya había filtrado: el reparto de plurinominales en función de partidos y la sobrerrepresentación correlativa, con la circunstancia agravante de que el Tribunal Electoral del Poder Judicial no podrá salirse del mismo esquema de interpretación.
El fracaso de esta campaña mediática contra la sobrerrepresentación por partido se le debe acreditar a la falta de credibilidad política de José Woldenberg y Lorenzo Córdova Vianello, dos de las figuras icónicas de las reformas electorales de Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo Ponce de León y Enrique Peña Nieto, quienes tomaron el control antidemocrático de la autoridad electoral IFE/INE para intentar frenar la avalancha lopezobradorista, fueron el pivote central de la campaña de Santa Xóchitl y no pudieron frenar la avalancha de votos por la propuesta de reforma del presidente López Obrador.
El reparto de plurinominales por las autoridades electorales serán el último clavo al ataúd del fracaso opositor.
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Política para dummies: la política es la tensión dinámica entre poder y poder.
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@carlosramirezh