Ruperto Vázquez Ovando/Opinión en línea
México enfrenta la posibilidad de doce años más de acoso republicano antiimigrante: los cuatro de Donald Trump y los ocho de su vicepresidente James David Vance. Y para este escenario de largo plazo, el presidente Biden le está dejando a los republicanos una estructura de relación bilateral que seguirá imponiéndole al país los intereses estratégicos prioritarios de Washington.
Frente a la amenaza que se cierne desde el norte, el gobierno del presidente López Obrador ha aplicado la estrategia del robaleo: navegar eludiendo a los peces grandes que se quieren comer al chico, pero sin definir una política exterior articulada y de Estado, y basado sólo en frases de amistad con el Trump.
Y el nuevo gobierno de Claudia Sheinbaum Pardo sólo replica una parte menor de ese estilo tabasqueño, con el dato de que la designación adelantada del exrector universitario Juan Ramón de la Fuente Ramírez como secretario designado Relaciones Exteriores del nuevo gobierno que comienza el próximo 1 de octubre no generó mensajes ni expectativas estadunidenses.
A partir de lo ocurrido en Estados Unidos con el atentado contra Trump, el reforzamiento antiimigrante por la Convención republicana y el trabuco Trump-Vance con un discurso deportador de indocumentados y el cierre de la frontera, las expectativas nacionales estarían dependiendo de un prosicionamiento claro y directo del nuevo gobierno mexicano que anuncie los principios de la política exterior con Estados Unidos, más allá de las frases elusivas de las mañaneras.
Aunque era previsible por razones de tiempo político, el presidente Biden firmó la revalidación de la Ley Obama de 2011 que autoriza una de las invasiones imperiales más agresivas de la Casa Blanca contra México: la conceptualización operativa de los cárteles mexicanos como Organizaciones Criminales Transnacionales, otorgándole al gobierno de EU el derecho supranacional unilateral de perseguir a narcos en sus otros países.
La Ley Obama fijó el principio intervencionista de EU de meterse en México para perseguir narcos, aunque sin decisiones para combatir los dos flagelos reales del narco dentro de Estados Unidos: el consumo sin límites de drogas para generar una demanda interna por parte de los adictos estadunidenses que explica el auge de los cárteles y la pasividad del gobierno estadunidense para perseguir cárteles mexicanos dentro de EU,
La capacidad operativa de los cárteles mexicanos en EU ha sido sorprendente: de 2005 pasó de pequeñas bandas que contrabandeaban droga a crear, instalar y expandir un imperio criminal de estructura de cárteles –de acuerdo con el último reporte oficial de la DEA– en los 50 estados de la Unión Americana. Esto quiere decir que EU grita “al ladrón” para criminalizar a los cárteles en México, pero calla con complicidad que esas mismas bandas criminales de la droga sean ya empresas consolidadas, diversificadas y transnacionalizadas dentro de territorio americano.
Aunque la reconfirmación de la Ley Obama era previsible por los ciclos de vigencia, no debe perderse de vista el hecho estratégico de que durante su primera presidencia Trump solicitó información oficial de lo que se necesitaba para lanzar misiles desde EU a posiciones territoriales de narcos en México, generando las condiciones y circunstancias de una verdadera guerra intervencionista.
En los hechos reales, México careció de una verdadera política integral de redefinición de las relaciones bilaterales durante el lopezobradorismo, trascurriendo en el modelo definido por el exembajador Jeffrey Davidow de una diplomacia entre un oso y un puercoespín, EU como el oso amenazante que sólo quiere mantener el control de su territorio y México como el puercoespín pequeño con púas que no destruirían a su adversario pero sí lo lastimarían.
Mientras EU reafirma con Biden y Trump el esquema de políticas de dominación imperial que subordinan a sus aliados, México con López Obrador y su canciller Marcelo Ebrard Casaubón no buscó estrategias concretas y aplicó el viejo modelo de asunto por asunto y la amenaza de la ruptura bilateral en la frontera estratégica territorial más delicada de EU. Y si México logró que se atenuaran algunas de las decisiones graves de la Casa Blanca, no construyó una verdadera política de largo plazo. Sheinbaum Pardo y el canciller designado de la Fuente Ramírez mantendrían el modelo AMLO de relaciones bilaterales que a la larga siempre ha afectado a México por la subordinación del modelo del Tratado comercial del presidente Carlos Salinas de Gortari que borró la diplomacia nacionalista del siglo XX.
La llegada de un nuevo ciclo de relaciones bilaterales se ve adversa a México en ambos lados de la frontera.
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@carlosramirezh