La despolitización del pueblo y sus nefastas consecuencias
Es sobrecogedora la mirada de odio de Donald Trump en la fotografía con la que el New York Times engalanó su portada el jueves 30 bajo la cabeza “Culpable” en gran tamaño.
Pero la suya es una mirada irracional, la de la hiena tundida por un búfalo que no acaba de digerir qué fue lo que le pasó.
¿Se percató usted de que él ánimo de una parte de nuestros vecinos tuvo un súbito giro? Tiene que ver con el crujir de huesos y el rechinar de dientes que se escucha por los rincones del edén llamado Make America Great Again (MAGA) prometido por Trump a sus acólitos, los que creen en la conspiración de hombres-lagartija apoderados del Estado profundo, están convencidos de que las aves son programas cibernéticos que nos vigilan, de que Hillary encabeza una secta satánica y juran sobre la biblia que Biden se robó la elección pasada.
Desde luego en política no hay leyes inmutables y seremos testigos de muchos episodios antes de la elección de noviembre, pero no descartemos que a Trump le pase lo mismo que a Al Capone, quien fue echado a un calabozo no por sus crímenes sino por no pagar impuestos. ¿Será que alterar registros contables ponga fin a la carrera del orate que ocupó la Casa Blanca? Todo es posible en política.
Pero me estoy desviando. Este pobre diablo que arrancó su campaña presidencial vociferando en contra de los mexicanos asesinos, ladrones, violadores, enfermos mentales, sucios y prietos y se pasó cuatro años satanizando a todo quien no fuese legítimo y certificado WASP (blanco, anglosajón y protestante), cerrando fronteras, levantando (fallidamente) muros y mintiendo a diestra y siniestra, tiene la mirada de hiena aturdida por que no le cabe que será precisamente uno de esos detestados inmigrantes el que pronto le dicte sentencia.
Así es. Juan Manuel Merchán, el juez que presidió el juicio que encontró a Trump culpable de 34 delitos graves, nació en Colombia y a los seis años emigró con su familia a Estados Unidos. Estudió en escuelas públicas y con gran empeño y talento obtuvo un asiento en la judicatura. Un aspiracionista, pues.
Trump es heredero de una dinastía que arranca desde antes del llorado James Monroe, pasa por Adams y Polk, se nutre con el primer Roosevelt y el profesor Wilson y una cabila de fieros guerreros que a lo largo de la historia han buscado la manera de que el destino manifiesto nacido a orillas de Potomac se cumpla en las vacas de los compadres del sur, no en Wall Street ni en el Mall, tampoco en Central Park o en Houston. No señor.
Tan ilustre linaje no quita que Trump sea un mentecato. Lo único más peligroso que un necio con iniciativa, es un necio ignorante. La tierra de Washington y Jefferson ha proveído muchos ejemplares a lo largo de la historia.
Así el hoy indiciado. Él y su camarilla de inverosímil mediocridad descubrieron al Gran Satán culpable del cáncer que corroe las entrañas de su país: le pusieron sombrero charro, guitarra, botines, chaquetilla, bigote y nombre: The Mexican Danger.
¿Y qué se necesitaría para neutralizar a tan singular abominación? Si hemos de creer al acreditado padre Karras, con una solución de agua bendita, polvo del cerebro de un republicano, caspa de Jared y una uña de Steve bastaría … pero en la portada del New York Times Trump no parece estar ni remotamente pensando en eso … aún.
Más bien, en su metempsicosis el expresidente parece fantasear con maniobras para agitar a sus seguidores MAGA y llevarlos a dar ejemplos que empaten con sus mentiras y transformen la realidad del país, a la manera como lo dieron hace algunos años los miembros de una de las miles de sectas religiosas que lo veneran.
Alertadas por la proximidad del cometa Hale-Bopp justo en el equinoccio de primavera, 39 personas que esperaban la llegada de una nave extraterrestre decidieron abandonar “su contenedor carnal” y se suicidaron del modo más ordenado posible, dejando tras de sí velices, identificaciones y comunicados a la prensa.
Esa secta, llamada “Puerta al cielo”, era dirigida por un ex profesor de música y ex ladrón de autos de 65 años, Marshall Herff Applewhite, quien, para garantizar su traslado al éter en la mayor pureza, se había hecho castrar.
¿Recuerda usted a los “reverendos” Koresh y Jones, la guerra contra México, la invasión de Veracruz, la persecución de los negros, la caza de migrantes, el atentado en Oklahoma, las matanzas en Columbine, las invasiones a Panamá y Granada, la guerra en Vietnam, los golpes de Estado en Guatemala y Chile, la destrucción en Medio Oriente…?
¿Quién le teme a Donald Trump?