Raúl López Gómez/Cosmovisión
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En una entrevista sobre su último libro Los alegres muchachos de la lucha de clases (Editorial Planeta 2023), el escritor y titular del Fondo de Cultura Económica Paco IgnacioTaibo II, se refiere a esa generación a la que se sumó para dar luchas que son consideradas históricas y de cuyos integrantes muchos defeccionaron en el camino. Traicionaron la causa. El mismo día en el que se publicó la entrevista, se realizó la marcha contra la violencia a las mujeres, a las que miles se sumaron para exhibir con su presencia aquello de lo que han sido violentadas o para defender a otras que lo fueron. La pregunta, volviendo al primer tema, ¿Cuantos de esos que traicionaron aquellas luchas, son parte de los que se suman ahora a violentar mujeres?¿cuantos de los que conocemos o leemos son los mismos que agreden de diferentes maneras al otro género? Si las cifras expresadas a nivel mundial y aquí mismo son tan catastróficas, eso quiere decir que los agresores son muchos y algunos pudieron haber estado hace tiempo en el ámbito de los que luchaban por algo ¿Por qué da vueltas la posición en algunos, quizá en esos que según Taibo II “sufrieron agotamiento”? ¿o cuantos que jamás dieron una lucha, ya estaban insertos en ese concepto tan obsoleto del hombre como amo y señor?.
LA CONTRADICCIÓN DE LA VIOLENCIA DE MUJERES CONTRA MUJERES
Al mismo tiempo que se denunciaban las causas de la violencia en niñas y mujeres, se daban casos paradójicos que alimentan en la vida real esa violencia y que viene precisamente de mujeres. Ese día se publicó en medios, que en Morelos la nueva magistrada del Tribunal Superior de Justicia, es María Luisa Sánchez, la esposa del fiscal de Morelos Uriel Carmona Gándara. Este está sometido a una serie de procesos de los que se ha evadido por el apoyo judicial que tienen que ver precisamente con presuntas complicidades sobre el femenicidio de una joven. La nueva magistrada se yergue desafiante porque conoce los casos de su esposo y de hecho los avala desde el silencio de su puesto, en el que durará nada menos que 14 años. A esos casos se suman lo que vemos a diario en otras mujeres públicas, en el Senado por ejemplo, a partir de la violencia verbal opositora . Lo cual señala que la violencia no solo impera desde la parte masculina.
VIOLENCIA MASCULINA EN UN PAÍS DE 80 POR CIENTO DE CATÓLICOS
En México solo un doce por ciento se asume no creyente o agnóstico. Eso significa que 88 por ciento de la gente es creyente. Los católicos serían al menos en cifras porque buena parte no ejerce, casi el 80 por ciento y el resto son otras denominaciones o sectas. Pero en todas opera al parecer, el misogismo. Son religiones en las que los dirigentes son hombres y el caso más claro es la iglesia católica con un pequeño imperio europeo, la Santa Sede, en donde los hombres reinan a partir de una fe en un ser externo. Las mujeres no entran a dirigir, pero son utilizados sus servicios, como monjas. Eso significa que en todo el mundo donde hay católicos y al menos en nuestro país en donde se da ese alto número de creyentes, pueden ser esos los que ejercen la violencia contra las mujeres. O sea que los principios morales, los conceptos que rigen en los códigos, no funcionan para defender al otro sexo, pese a que tienen en su santidad, a sus diosas y vírgenes.
EL CASO MÁS TERRIBLE DE UN CRIMEN EN MÉXICO ES DE UNA MUJER
En la historia criminal del país se menciona el caso de la Mata viejitas, como uno de los crímenes más crueles e inhumamos que ha habido. Y los cometió fríamente una mujer Juana Barraza Samperio. Se menciona que pudo haber habido complicidad de policías, pero ella fue la protagonista, la asesina de ancianas desprotegidas a las que eliminaba para robarlas cuando estaban solas. La mujer purga una pena perpetua. Neflix presentó el caso en julo pasado con todos sus agravantes y en el inter de su encarcelamiento, se han escrito libros, uno de ellos como una especie de autobiografía cuyo nombre no vale la pena mencionar. Saco a relucir el caso porque la violencia no solo la ejercen hombres, aunque la intervención de las mujeres es menor. En muchos casos lo hacen como complicidad para tapar a amantes o padrastros. O ellas mismas agreden o golpean a sus hijas.