Raúl López Gómez/Cosmovisión
Luego del sorprendente triunfo del ultraderechista Javier Milei en las elecciones presidenciales de este domingo 19 en Argentina, en México no faltaron los antimorenistas –empezando por el empresario Claudio X. González Guajardo–, que muy anticipadamente comenzaron a pronosticar en las redes sociales la derrota de la precandidata de la 4T, Claudia Sheinbaum, quien ayer arrancó formalmente su precampaña en Boca del Río y Medellín, y concluirá esta primera etapa el miércoles en Minatitlán.
Por supuesto que Sheinbaum puede perder, pues ese es el riesgo que se corre en toda democracia. Pero, aunque aquí existe también una gran polarización y enojo social como el de los votantes que en Argentina impulsaron el holgado triunfo de Milei, en México todavía no existen las mismas reglas electorales que en el país del cono sur favorecieron al opositor más radical para sacar a los peronistas del poder.
Con las normas electorales vigentes en México, desde el domingo 22 de octubre pasado el candidato oficialista Sergio Massa habría sido el Presidente electo en vez de Milei.
Y es que, como se recordará, hace cuatro semanas Massa ganó en la primera vuelta con más del 35 por ciento de los votos; en segundo sitio quedó Milei con 30%, y, en tercer lugar, Patricia Bullrich con poco más del 23% de los sufragios.
Como ninguno rebasó el 50% de los votos, los dos primeros candidatos se tuvieron que ir al llamado “ballotage”, o sea, a la segunda vuelta que tuvo lugar este domingo 19.
La primera elección de octubre fue una de las más inciertas desde el regreso de la democracia en Argentina, ya que solamente votó el 74 por ciento del padrón nacional, la más baja en una elección general desde 1983. En las primarias de agosto había votado el 70.4%, por lo que la participación creció, pero si se compara con las presidenciales de 2019, que fue de 81%, bajó siete puntos.
En México, en cambio, jamás se ha dado una votación de esa magnitud. En 2018, sólo salió a votar el 63. 42% de los mexicanos empadronados. El presidente Andrés Manuel López Obrador arrasó con 30 millones 113 mil 483 sufragios, cifra equivalente al 53.19% de los votos válidos.
El 2 de junio del año entrante, quien gane las elecciones, así sea por un solo voto, será el nuevo mandatario mexicano, porque aquí no existe el “ballotage” como en Argentina. Habrá solamente una vuelta y ya.
Tampoco será una contienda de dos, como la del peronista Massa y el ultraderechista Milei.
Movimiento Ciudadano (MC), cuyo dirigente nacional Dante Delgado Rannauro rechazó sumarse al Frente Amplio por México (PAN-PRI-PRD), postulará a un tercer candidato: al gobernador de Nuevo León, Samuel García, quien últimamente ha promovido amparos judiciales por las investigaciones que desde la sucesión estatal de 2021 tiene abiertas en la Fiscalía General de la República (FGR) por presunto lavado de dinero.
Este polémico y mediático mandatario neoleonés, de 35 años de edad, buscará restarle más votos a la candidata del FAM, Xóchitl Gálvez, que a la morenista Claudia Sheinbaum. Obviamente va sobre los 26 millones de electores jóvenes, la mayoría de los cuales, más de 22 millones, tienen entre 20 y 29 años de edad.
Así que para la oposición no será fácil vencer al obradorismo. A menos, claro está, que más del 70 por ciento de los electores saliera a votar en junio de 2024. ¿Podrán Xóchitl y Samuel motivarlos y convencerlos? Ese es el gran reto.