La despolitización del pueblo y sus nefastas consecuencias
Después del destape de Luis Donaldo Colosio el domingo 28 de noviembre, Marcelo Ebrard Casaubón, alumno y personaje de confianza de Manuel Camacho Solís arribó a la oficina de precampaña del entonces regente:
–Me llamó el presidente al mediodía –comentaría Ebrard, dicen que indignado–. Me dijo, primero, que yo era muy joven, que tenía mucho futuro. Después, confesó que Manuel era un político completo. Le interrumpí: ¿entonces, por qué no fue él? “Un día te lo explicaré, Marcelo”, atajó un tenso y nervioso Salinas.
La historia –con anécdotas conocidas y otras nuevas– la contó Enrique Márquez, historiador, politólogo, poeta y asesor de Camacho, en su libro Por qué perdió Camacho (editorial Océano, 1995).
Camacho había aceptado, sin decirlo, pero sin ocultarlo, entrar en el gabinete de Salinas de Gortari con la intención de trabajar su propia candidatura presidencial. Pero fue acumulando certezas de que la decisión no era de él, de Camacho, sino del dedo presidencial. Se lo dijo clarito Salinas al entonces Comisionado por la Paz en Chiapas que entraría a una conferencia de prensa el 11 de marzo para anunciar la firma de los acuerdos con el EZLN –que se deshicieron con el asesinato de Colosio–:
–Manuel, tienes que ser muy enfático para decir que no lanzarás tu candidatura, de otra manera habrá reacciones dentro del PRI.
–Carlos, frente a las presiones y amenazas no me van a doblegar. No tienen razón.
–Camacho: o declaras que no serás candidato o dejas en este momento de ser Comisionado para la Paz. Yo no puedo tener, en esta tarea, a alguien que tiene aspiraciones políticas.
Camacho apareció en el Salón Castillo del hotel Presidente Chapultepec con –muy a su estilo— un documento con escenarios estratégicos. Y el punto tres fue muy claro:
3.- Si se dan las condiciones para que pueda contribuir a dar garantías a la transición democrática, después de cumplir mi misión en Chiapas, mi papel sería apoyar la transición democrática de México.
El destinatario de este mensaje no era, obvio, Salinas de Gortari sino Colosio. La noche del 17 de marzo, en una cena en casa del político oaxaqueño Luis Martínez Fernández del Campo, Camacho pactó con Colosio la Secretaría de Gobernación para la reforma política que no quería el presidente Salinas.
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Camacho nunca quiso entender los signos del sistema presidencialista, a pesar de sus estudios académicos. El 20 de noviembre de 1993, nueve días antes del destape y en el Balcón de Palacio, charló con el presidente y lo notó tenso y serio. Como siempre ocurría, Camacho aprovechaba cualquier oportunidad para analizarle a Salinas los escenarios estratégicos. Lo hizo mientras transcurría el desfile, pero Salinas, con fastidio, le contestó, un poco hosco: “eso ya le tocará decidirlo al candidato”.
Astuto como un zorro machiavelliano, Camacho descifraba con certeza a Salinas. Después de la escena en el Balcón de Palacio, Camacho sorprendió a sus colaboradores: el miércoles 24 de noviembre de 1993, cuatro días antes del destape, presentaría su comparecencia en el congreso capitalino. Y le preguntó a Márquez: ¿cómo verías si ahí anuncio que me dispongo a presentar mi renuncia al presidente para buscar, en las próximas semanas, el consenso entre las bases del partido para ser postulado como candidato”.
En efecto, Camacho descifraba muy bien a su amigo Salinas, pero con frecuencia fallada en procesar sus reacciones. Márquez le dijo que no era así, que el PRI estaba en manos de Salinas, Córdoba y Colosio. “Salinas te mantuvo como precandidato fuerte, en la opinión pública, hasta la aprobación del TLC”, pero le recordó que “fuiste el único miembro del gabinete que no fue invitado a celebrar la firma en Los Pinos, el único, Manuel”.
A Camacho se le acabó el tiempo político, esperó algunas señales presidenciales y muy tarde entendió que la decisión había tomada con anticipación, quizá desde comienzos de 1992 cuando Colosio renunció al PRI luego de la reforma ideológica de liquidar la Revolución Mexicana e introducir el “liberalismo social” salinista y después de las reformas constitucionales que borraron el proyecto revolucionario del PRI; del partido, Colosio saltó a la Secretaría de Desarrollo Social para operar el programa insignia de Salinas (algo así como la 4T actual).
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Camacho se negó a reconocer la candidatura de Colosio; sin embargo, en descargo, se lo había cantado con anticipación en la segunda charla personal entre los dos veinte días antes del destape. Camacho contó a sus asesores: “me preguntó (Colosio) que qué iba a hacer yo si él fuera. Le respondí que si él era yo no lo iría a apoyar. Que ésta no sería una cuestión personal, sino que yo no estaba ni estaría de acuerdo con los apoyos que traía y los intereses que le estaban rodeando”.
Como académico e investigador del sistema político priista, Camacho era muy lúcido y audaz. Pero nunca supo machiavellizar el funcionamiento de los hilos del poder. Camacho operó en el gabinete como una fuerza autónoma, a veces excesivamente independiente ante la investidura presidencial; el presidente le tenía afecto, pero como titular de la institución no podía aceptar que nadie le corrigiera sus acciones.
Luego del destape, el 8 de enero de 1994, un par de días antes del nombramiento de Comisionado para la Paz, hubo una reunión en Los Pinos y ahí Salinas le descifró a Camacho lo que Camacho no había sabido descifrar del presidente. Camacho preguntó: “no por qué fue Colosio, sino por qué no fui yo” y Salinas se lo explicó clarito:
–Manuel, yo creo que cometiste algunos errores. Cometiste errores de trato con el equipo, errores de posición política. Eres un hombre sincero, dices lo que piensas. Eres inteligente y estás bien informado. Por ello mismo, a veces tus comentarios o tus respuestas, por ejemplo, en las reuniones de gabinete, provocaron reacciones adversas que se fueron acumulando. Fuiste, en diversas ocasiones, muy duro con tus compañeros. Esa actitud tuya te fue aislando del resto del gabinete. Créemelo que ha sido ocurrió. En lo político, Camacho, cometiste el error de aliarte con mis enemigos y eso hizo que disminuyera la confianza hacia ti”.
En efecto, Camacho buscó a los enemigos de Salinas, pero no para aliarse con ellos, sino para evitar que el endurecimiento envenenará las relaciones con la prensa crítica, pero en Los Pinos nunca supieron que Camacho sólo desactivaba el enojo mediático, pero no le otorgaba la razón.
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Después del destape de Colosio y al arrancar el gravísimo conflicto en Chiapas, las relaciones de poder se tuvieron que modificar: Salinas sacrificó el apoyo a Colosio para administrar la guerra zapatista, aunque quedando mal con los dos, y siempre estuvo en medio el factor insidioso de Córdoba Montoya tratando de llevar a los tres a una ruptura que beneficiaría a su pupilo Ernesto Zedillo Ponce de León.
Los idus de marzo fueron clave en la crisis: del 11 al 22 se dieron movimientos estratégicos en los territorios de Colosio, Camacho, Córdoba y Zedillo, con el dato mayor de la carta de Zedillo como jefe de campaña el 19 de marzo al candidato Colosio sugiriéndole olvidarse de nuevas relaciones de poder y pactar un acuerdo político con el presidente Salinas, sobre todo porque el efecto del discurso del 6 de marzo le había sido leído y razonado al presidente como una ruptura de Colosio.
El mensaje más fuerte de Salinas a Camacho lo transmitió el duro político Arsenio Farell: “Manuel, usted es un Cincinato”, refiriéndose “al hombre que dejó el arado para defender al Ejército romano que había sido fuertemente sitiado en los primeros tiempos de la historia romana. Para poder ganar, la gente le otorgó todo el poder. Después de que obtuvo la victoria, renunció al poder y regresó a su pequeña granja cerca del Tíber”.
Salinas, cuenta Márquez, tenía que gestionar ese papel para Camacho. Se lo dijo el presidente al Comisionado para la Paz a su regreso de la aprobación zapatista a los acuerdos de paz. “Ahora el problema eres tú, porque has ganado un gran prestigio y esto está provocando grandes tensiones al interior del PRI. Se piensa que quieres ser candidato en lugar de Donaldo o que vas a ser candidato fuera del PRI. Es indispensable que, cuando más tarde, el viernes, aclares la situación”.
Los días clave fueron del 17 al 22 de marzo. La noche del 17 Colosio se reunió en privado con Camacho en casa del político Martínez Fernández del Campo y a solas, sin la presencia del anfitrión, se dijeron sus cosas sin demagogias. En versión de Camacho, Colosio la ofreció ser senador o estar en el gabinete, pero le hizo una proposición mayor: “te propongo que tú y yo hagamos una alianza estratégica para hacer la transición democrática”. Camacho contestó: “de acuerdo, Donaldo, sigamos platicando”.
En la mañana del 22 de marzo, Camacho dio una conferencia de prensa en la que declaró, como acordó con Colosio, lo que Salinas la había exigido y no había aceptado: reconocer la candidatura del sonorense.
La gran lección que deja esta revisión de 1993-1994 no importa mucho por su espacio anecdótico, sino que revela la estrategia de Camacho para imponer su candidatura por encima de la facultad presidencial, rompiendo con la cohesión del grupo salinista y abriendo fracturas que fueron desdeñadas por la procuraduría en la investigación del lado político de Lomas taurinas.
Es decir, los aires de 1993-1994 en 2023.
(NOTA: ENTRE OTROS, ESTE TEXTO SE BASA EN INFORMACIÓN DEL LIBRO POR QUÉ PERDIÓ CAMACHO (EDITORIAL OCÉANO), DE ERNRIQUE MÁRQUEZ, ASESOR DEL EXREGENTE.)
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Política para dummies: La política tiene un rostro de mil caras
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