Raymundo Jiménez/Al pie de la letra
Al cierre del año, López Obrador, al ser cuestionado sobre los actos anticipados de campaña en su propia casa señaló: al que actúa sucio, de manera ventajosa o que se quiere pasar de listo se le revierte, tiene efecto de bumerang; se debe ser cuidado con los excesos y aprender a autolimitarse.
Sorprenden estas expresiones por dos consideraciones. Primero, toda su trayectoria política se caracteriza por actuar de manera ventajosa, pasarse de listo; el sentido de causa santa le ha hecho sentirse autorizado para actuar sin consideración alguna, anticipa tiempos, se desentiende de valores y actitudes propias de la competencia justa, para el caso concreto, acciones que comprometen la equidad en la contienda. Segundo, no refiere a la ley, sino lo que, en su opinión, es actuar sucio o de manera ventajosa. La realidad es que las conductas son indebidas porque quebrantan la ley al desentenderse de los tiempos de precampaña o campaña, y financiar ilegalmente el proselitismo en búsqueda del voto.
Algunos diputados federales de Morena se han responsabilizado a sí mismos de la campaña ilegal de la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, sin advertir que comprometen la candidatura al incurrir en actos anticipados de campaña. Peor aún, los representantes de la señora Sheinbaum en lugar de desaprobar o desautorizar la campaña oficiosa de los diputados, según su dicho, fueron objeto de felicitación y agradecimiento. Cualquier abogado les hubiera prevenido de mantener distancia, pero el cinismo parte de la convicción de que hay y habrá impunidad, quizá asuman o presuman los efectos de las reformas aprobadas y lo que habrá de votarse en febrero.
Para el presidente, los diputados y la abrumadora mayoría de los senadores del oficialismo la ley no es la ley; parten de la máxima de alta escuela de pensamiento que invoca al derecho natural con eso de que “al que obra mal se le pudre el tamal”. La cuestión es qué significa portarse mal; las leyes lo definen, pero invocarlas resultaría muy comprometedor para un gobierno, un partido y legisladores que han decidido desentenderse de la norma; asimismo, si se recurre al concepto legal de la infracción significaría habilitar al INE y al Tribunal Electoral como las autoridades obligadas a aplicar la ley. Por esta razón el presidente llama a autolimitarse, como él no ha hecho.
No se cree al presidente eso de que no existe favorito en la disputa por la candidatura presidencial. Por lo pronto, es evidente su rechazo y casi exclusión del líder del senado Ricardo Monreal. No hay piso parejo con él. La realidad es que el presidente dio el banderazo de inicio anticipado de campañas al amparo de la libertad irrestricta que tienen los servidores públicos para realizar proselitismo. Para efectos prácticos, la regulación de los periodos de precampaña y campaña no existen, como tampoco las restricciones a las que está obligado el presidente para mantenerse al margen de la contienda por el voto.
A pesar de sus dichos que él no se meterá en la contienda, López Obrador asume que tiene derecho de veto; para efectos prácticos le es imprescindible hacer sentir que quien gane la interna y la elección constitucional no es por mérito propio, sino de él en dos sentidos: por su liderazgo al interior de Morena y su popularidad al exterior, y por haber debilitado a las instituciones electorales para impedir una conducción legal, justa y equitativa del proceso electoral. Una eventual ilegitimidad del o de la ganadora es en ventaja para un presidente que prevaleció con mayoría absoluta y en su opinión, con instituciones electorales jugando en su contra.
En perspectiva, ahora adquiere claridad el objetivo de la expresión pública multitudinaria de finales de noviembre. No se trató de promover o defender su reforma electoral. Para efectos prácticos sus destinatarios fueron los de casa; que quedara claro quién tiene el poder -el garrote y la zanahoria-, para la sucesión presidencial, el mismo con el poder para interpretar eso de que al que obra mal se le pudre el tamal.