José Ureña/Teléfono rojo
Podrán decir misa el presidente y sus lacayos.
Podrán ofrendar supuestos actos de fe democrática los serviles y los bufones de López Obrador.
Y hasta podrán engatusar a millones de ingenuos y de conciencias compradas con el clientelismo oficial.
Lo cierto, sin embargo, es que la reforma electoral de López Obrador –el llamado “Plan B” que en cualquier momento aprobará el Congreso mexicano–, no es más que la versión moderna del viejo manual priísta “para robar elecciones”, pero ahora en el 2023 y 2024.
Un “manual” idéntico al empleado por los populistas de los años 60, 70 y 80 del siglo pasado para preservar el poder en manos de un solo partido; el viejo PRI, hoy motejado como Morena.
Y es que ha sido de tal magnitud el fracaso del gobierno de AMLO; de tal desastre la llamada Cuarta Transformación y resulta tal el escandaloso saqueo al país, que la única forma en que no terminará en prisión toda la pandilla criminal lopista es, precisamente, mediante el robo de las elecciones del 2023 y del 2024.
Y para eso, para robarse las elecciones mexiquenses y de Coahuila en julio del 2023, sobre todo las federales del 2024, desde Palacio impulsaron el bodrio electoral llamado “Plan B”; una iniciativa deliberada para destruir no sólo la estructura del INE sino el Padrón Electoral y la certeza en el recuento de votos.
Pero sobre todo se trata de una reforma que “por la puerta de atrás” violenta todo el entramado electoral plasmado en la Constitución y que terminará por convertir las elecciones mexicanas en una de las mayores farsas de la historia.
En estricto castellano, asistimos a un golpe de Estado lanzado desde Palacio contra la democracia mexicana toda: un “golpe de timón” para volver a los tiempos del partido único y de la simulación electoral.
En otras palabras, queda claro que los ciudadanos somos víctimas de una monstruosa y deliberada violación constitucional que deja los procesos electorales mexicanos –locales y federales–, en manos no sólo del presidente de la república sino de las mafias estatales para, con ello, convertir a todo al sistema electoral en una grosera simulación sexenal.
Así, al final de cuentas y luego de cuatro años de engaños, mentiras y simulaciones, se confirmó lo que dije aquí en no pocas ocasiones desde 2017 y en los primeros meses de 2018: que un eventual gobierno de AMLO sería el mayor peligro para la democracia mexicana.
Un peligro que hoy se ha convertido en realidad ya que están casi descartadas por completo las posibilidades de que una Suprema Corte sumisa anule el inconstitucional “Plan B” de AMLO para robarse las elecciones del 2023 y del 2024, respectivamente.
Pero vamos por partes.
1.- Está claro que ni Ricardo Monreal y menos sus aliados del PT y de PVEM tiene las agallas para aponerse a las instrucciones de Palacio; ordenes que no aceptan titubeos y que dictan un tajante “sí y sólo sí” para aprobar el llamado “Plan B” electoral, diseñado por López Obrador.
2.- Dicho “Plan B”, como todos saben, consiste en la destrucción del INE como hoy lo conocemos y en la instauración de un sistema electoral idéntico al que por décadas le permitió al PRI perpetuarse en el poder mediante fraudes electorales sistemáticos.
3.- En pocas palabras, está claro que en los próximos días veremos que las cámaras del Congreso mexicano terminarán por avalar las ordenes de Palacio para aprobar la reforma electoral “patito” salida precisamente de la casa presidencial.
4.- Pero también es cierto que una buena cantidad de ingenuos aún tienen esperanza de que la Corte recupere su independencia de manera milagrosa y, frente lo impensable, sea capaz de rechazar -por inconstitucional–, la reforma electoral impulsadas desde Palacio por AMLO.
5.- Tal milagro ya se puede dar por descartado desde ahora, ya que el máximo tribunal es parte de los terrenos colonizados por la pandilla en el poder; la mafia de los López.
6.- De esa manera, es posible que en las próximas horas la democracia mexicana haya muerto a manos de su verdugo histórico: López Obrador hoy convertido en el nuevo dictador mexicano.
El mismo falso demócrata que engatusó a millones de incautos; el mismo al que le han contabilizado más de cien mil mentiras; el mismo responsable de la mayor violencia criminal de la historia y el mismo que en sólo cuatro años ha saqueado al país como pocos y que lo llevó a uno de sus peores momentos de la historia.
Sí, es posible que al momento de leer el presente texto, la democracia mexicana haya muerto a manos del mayor sátrapa de la historia; el sátrapa de nombre López Obrador.
Al tiempo.