¿A quién corresponde defender?
El 23 de agosto de 1963, hace 59 años, en las escalinatas del mausoleo de Abraham Lincoln en Washington, D.C, el reverendo Martin Luther King pronunció una de las piezas oratorias más célebres del siglo pasado. La llamó “Tengo un sueño”.
King fue heredero de Henry David Thoreau y de Mohandas Gandhi. Como aquéllos, fue despreciado y temido por el establishment. Como el Mahatma, pagó con su vida la osadía de desafiar a los amos imperiales.
El ejemplo de estos tres hombres permeó el pensamiento libertario en todo el mundo… pero igual fue secuestrado por el oportunismo embozado de astucia de las clases políticas en todas las latitudes, como se escucha con agobiante frecuencia por doquier.
Recordé este episodio con motivo del regreso de Obama a la Casa Blanca, hace unos días, para la ceremonia de develación de su retrato oficial.
La toma de protesta de Barack Obama como 44º presidente de Estados Unidos en enero de 2009 pareció sugerir que uno de los sueños de King se había hecho realidad: un presidente negro en la patria de los WASP (blancos, anglosajones y protestantes).
Un comentario de la senadora Dianne Feinstein en aquella ceremonia no pasó desapercibido en los cuarteles de la pía y racista extrema derecha: “¡La marcha desde el Memorial a Lincoln finalmente llegó a la Casa Blanca!”.
Imagine usted el abatimiento en la “John Birch Society” (la derecha de la derecha); la aflicción en la viril cofradía de pistoleros llamada “National Rifle Association”; el desmayo del ateneo “The National Alliance” (que pugna por un lebensraum criollo, ario y yanqui), o la gastritis y dispepsia de los caballeros del Ku Klux Klan… sobra cualquier comentario sobre esta ilustre peña y demás marcas, colores y sabores de la all American fauna: espuma y llamaradas, ceniza y huesos crujientes, odio y desolación…
King no sólo era el líder sobresaliente del movimiento pro-derechos civiles, también era el más eficaz. Entendió que son las aparentemente pequeñas acciones, el valor personal, el respeto al derecho de los demás, la paciencia y capacidad de sufrimiento, e incluso el sacrificio -más que los gritos y la metralla-, lo que al final se traduce en un cambio.
“Un gran rayo de luz y de esperanza para millones de esclavos negros, incinerados en las llamas de una marchita injusticia”.
King evocaba en su nombre a Lutero, el reformador de la Iglesia. Barak significa “el bendito” en suajili. Ambos eligieron colocarse al amparo de Abraham Lincoln.
Obama es gringo de primera generación en tanto King descendía de esclavos vendidos en Georgia a principios del siglo XIX. El padre de Obama era economista y su madre, blanca, antropóloga. El padre, abuelo y bisabuelo de King fueron predicadores. Barak estudió derecho en Harvard. Martin Luther teología en la Universidad de Boston.
King fue un activista de tiempo completo que recibió el Premio Nobel de la Paz en 1964, mientras que Obama fue un organizador comunitario antes de entrar a la política. Y si en el 2009 también recibió el galardón de la paz, … transcurrió sus dos mandatos en guerra, sin un solo día ayuno de conflictos armados.
“Por eso, hoy hemos venido aquí a dramatizar una condición vergonzosa. En cierto sentido, hemos venido a la capital de nuestro país a cobrar un cheque…”
En 1963, King hablaba por los millones de negros que habían quedado al margen de los ideales de los fundadores de su país y se veían excluidos de la promesa de que a todos los hombres les serían garantizados los inalienables derechos a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. Habría de pagar con la vida su tenaz convicción el 4 de abril de 1968.
“Hoy es el momento de hacer de la justicia una realidad para todos los hijos de Dios”.
El 2009 no fue 1963 y este no fue igual a 1863. Pero hay sutiles hilos conductores. En 1863 Lincoln luchaba por mantener unida a la nación, por impedir “la partición de la casa”. En 1963, por causas distintas pero no menos profundas, la sociedad yanqui estaba al borde de una fractura completa. “1963 no es un fin, sino un principio”, dijo King en aquella concentración.
“Y quienes tenían la esperanza de que los negros necesitaban desahogarse y ya se sentirían contentos, tendrán un rudo despertar si el país retorna a lo mismo de siempre. No habrá ni descanso ni tranquilidad en Estados Unidos hasta que a los negros se les garanticen sus derechos ciudadanos. Los remolinos de la rebelión continuarán sacudiendo los cimientos de nuestra nación hasta que llegue el esplendoroso día de la justicia”.
Sustitúyase “negros” por “hispanos”. La historia se repite… No, la historia se revisa a sí misma. ¿Habrá Obama leído a Santayana?
En 1963, en la escalinata del mausoleo a Lincoln, Martin Luther King parecía dirigirse también a las generaciones que cuatro décadas y media después retomarían su bandera:
“Hoy les digo a ustedes, amigos míos, que a pesar de las dificultades del momento, yo aún tengo un sueño. Es un sueño profundamente arraigado en el sueño estadounidense. Sueño que un día está nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo: ‘Afirmamos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales’ […]
“Sueño que mis cuatro hijos vivirán un día en un país en el cual no serán juzgados por el color de su piel sino por los rasgos de su personalidad […]
“Esta es nuestra esperanza. Esta es la fe con la cual regreso al Sur. Con esta fe podremos esculpir de la montaña de la desesperanza una piedra de toque de la esperanza. Con esta fe podremos transformar el sonido discordante de nuestra nación, en una hermosa sinfonía de fraternidad. Con esta fe podremos trabajar juntos, rezar junto, luchar juntos, ir a la cárcel juntos, defender la libertad juntos, sabiendo que algún día seremos libres” […]
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