Gabriel García-Márquez/Sentudo común
Los partidos han resuelto, como método para seleccionar candidatos, recurrir a las encuestas, mismas que no son el medio confiable para resolver una decisión tan importante, aunque se instrumentaran con rigor. Si así fuera, no habría elecciones. Es mucho más económico y sencillo una o varias encuestas que toda la parafernalia y ritual que acompaña a los procesos electorales. La realidad es que las encuestas en los partidos se han vuelto coartada para no democratizar la selección de sus candidatos.
Todavía es peor cuando los partidos las utilizan en total opacidad, incluso ante los mismos contendientes, los más interesados en conocer el método y su correcta aplicación. En casi todos los partidos se ha usado y abusado de las mismas, en ninguno más que en Morena, que ha vuelto estatutariamente obligado su uso. En el encuentro del domingo en Toluca quedó claro que serán dos por las que se seleccionará a su candidato presidencial. El mismo método será utilizado el próximo año para definir sus candidatos a gobernador para el Estado de México y Coahuila.
La encuesta favorece al más conocido, no necesariamente al más competitivo. Así, en Estado de México es evidente que la Secretaria de Educación, Delfina Gómez Álvarez lleva ventaja por ser excandidata hace cinco años, súper delegada y ahora Secretaria de Educación. En Coahuila, en estos momentos el preferido en Coahuila sería Armando Guadiana Tijerina, también excandidato, Senador y excandidato a presidente municipal por Saltillo. Ricardo Mejía, Subsecretario de Seguridad Pública, podría alcanzarle si se le deja en libertad de realizar proselitismo.
Esto significa que debe haber democracia interna en los partidos. Los prospectos de candidatos deben tener libertad para darse a conocer; todavía mejor en el caso de una elección primaria, toda vez que permite realizar elecciones parciales regionalizadas y mejorar el conocimiento, además del debate y las deliberaciones a que da lugar la competencia interna.
Frente a la democracia subsiste la idea de que divide a los partidos. El riesgo existe, pero no se conjura con otro tipo de método. El acuerdo cupular es el más aceptable para los dirigentes, aunque en reiteradas ocasiones hay evidencia de que la arbitrariedad se vuelve en contra, como en Hidalgo, oprobiosa exhibición de impudicia, al proponer el PAN a la secretaria general del PRI y esposa del coordinador de los diputados del PRI. Todo un ardid para imponerse a los priístas locales, particularmente al gobernador Omar Fayad. El resultado elector habla por sí mismo de las consecuencias.
En su tiempo, el TUCOM optó por un procedimiento híbrido. Se realizaron actos de proselitismo en diversas partes del país y, posteriormente, se realizaron estudios de opinión a cargo de acreditadas y confiables empresas en la materia. Para ello se designó a un responsable coordinador de inobjetable seriedad personal, solvencia moral y prestigio profesional, Federico Reyes Heroles. El resultado favoreció al más conocido, no al más competitivo; quien, por cierto, renunció a la precandidatura cuando se dio a conocer su situación patrimonial en medio del escándalo inducido por la misma competencia interna.
La oposición está obligada a diferenciarse del oficialismo y seleccionar democráticamente a sus candidatos. Si hay acuerdo de bloque opositor, así deberá ser en el Estado de México y en Coahuila. En el primero, cada partido tiene un prospecto fuerte, incluyendo a Movimiento Ciudadano. En Coahuila, hay candidato perfilado, aun así es recomendable la elección primaria en al menos cuatro regiones y, de esta manera, ampliar la imagen y legitimar a quien sea preferido.
A diferencia de las encuestas, las elecciones internas son costosas, requieren de estructura y madurez en los contendientes. A cambio es una forma de resolver el descrédito de los partidos por su autoritarismo y distancia de la sociedad, así como abrir a los ciudadanos la oportunidad de arribar a un cargo de elección popular.