Ruperto Vázquez Ovando/Opinión en línea
El presidente Andrés Manuel López Obrador finalmente decidió no participar en la Cumbre de las Américas por la exclusión que hizo Joe Biden, presidente de Estados Unidos a Cuba, Nicaragua y Venezuela. En su lugar asistió el canciller Marcelo Ebrard, quien dio la cara de nuevo, en cuestiones internacionales.
Como resultado adoptaron una declaración de protección migratoria; todo esfuerzo encaminado a proteger a la gente que, por necesidad, tiene que abandonar sus lugares de orgen debe ser bien recibido y apoyado; en embargo, esta vez el gobierno de México perdió una gran oportunidad para plantear una agenda de trabajo a la región.
En esta ocasión hablamos de seguridad, de proteger el patrimonio de miles de familias mexicanas que ven como el crimen se apodera de sus pueblos y comunidades y no las suelta, las exprime con profundo dolor hasta dejar pueblos fantasmas, pero aquí las causas sí les competen a los países de la región, mayormente, a Estados Unidos.
Los grupos criminales se fortalecieron porque su objetivo era el tráfico de enervantes, así México se convirtió en un sitio de trasiego, y esto originó fuertes disputas territoriales, ante la incapacidad del gobierno de hacer algo por proteger a la población. En el país vecino está la demanda de estos productos, y para satisfacerla, los criminales tuvieron que pelear su parcela de poder.
El gobierno de méxico debería pararse ante el mundo y aceptar que ha sido incapaz de detener la violencia generada por los grupos criminales, pero no sólo es su responsabilidad, es un problema compartido, mientras en Estados Unidos están creciendo las adicciones, la demanda de la que hablamos, de este lado de la frontera, está dejando muchos muertos.
Así que es tiempo de replantearse la verdadera soberanía de la que habla el Presidente. Ha alzado muchas veces la voz para defender a Venezuela, Nicaragua, Cuba, su sistema de gobierno merece un debate aparte, pero en esta ocasión, parece que no dimensiona que nosotros vivimos bajo otra dictadura, que es la del miedo y terror que siembran los delincuentes
Aquí también tenemos familias que deben esconderse de las amanazas, tenemos autoridades que son abiertamente criminales, tenemos zonas donde “resistir” se vuelve un ejercicio de sobreviviencia, donde hombres armados deambulan a plena luz del día, armados hasta los dientes, incendiendo pueblos, ante la mirada vacía de autoridades incapaces.
Es ahí donde debió generarse un debate de altura. No cerrarle operaciones a la DEA, sino como fortalecer una verdadera política anticriminal de ambos países. Esa hubiera sido la mejor forma de defenderse de las crìticas de políticos estadounidenses, con una agenda de altura, donde se pusiera en el centro la vida y seguridad de los mexicanos, y de todos en la región.