¿A quién corresponde defender?
Aunque llegó a sorprender, el idílico lenguaje utilizado por el presidente López Obrador durante la clausura de la Convención Bancaria no es novedoso. Forma parte de los compromisos pactados poco después de su avasallador triunfo electoral en 2018.
Pese a su resistencia ideológica y táctica, en aquel momento algunos de sus asesores lo convencieron de establecer con la banca un plan de trabajo estratégico para todo el sexenio. Reconocía que el sistema de intermediación financiera es uno de los componentes más relevantes para su legitimación y para el ejercicio de su proyecto político; además, si ese grupo se mantenía como sus aliados, podría construir el plan de transformación nacional que había prometido como candidato.
El sustento de ese acuerdo es simple porque buscó que, con su presencia, la banca refleje estabilidad económica, como se ha visto durante la adversidad provocada por la pandemia y a pesar de las decisiones legales o económicas incorporadas por el gobierno que han alterado a la economía. Por eso se les ofrece respeto público.
La estructura de la banca también es un garante internacional, pero sobre todo permite distribuir el ahorro nacional a lo largo del país, bien sea en forma de inversión o en la distribución de subsidios o becas a través de tarjetas de bienestar, con lo que se desarrolla un efecto multiplicador en materia social y político.
Si recordamos, desde 2017 la relación entre el entonces candidato presidencial y la banca ha sido afectuoso aunque políticamente distante. Ahora, con el impulso que el gobierno busca dar al Banco del Bienestar lejos de crear una competencia desleal, promoverá con costo al erario la bancarización de la población en zonas marginales, con lo que los intermediarios privados -en su mayoría de capital extranjero- inviertan en áreas que no les resultan rentables ni atractivas. Cuando el sector público abra esos espacios les garantizará la expansión de sus mercados crediticios y, por supuesto, de sus ganancias.
En esa lógica, si aumenta el crédito a las familias y a las empresas y si, con la bancarización que significará la sustitución del efectivo por el uso de tarjetas, los intermediarios también mejorarán su tecnología.
Actualmente la política tiende a imponerse sobre la racionalidad y a unos meses de las elecciones que pueden asegurar la construcción de un Congreso que permitirá cambiar las leyes en favor del proyecto de la Cuarta Transformación, el presidente nuevamente salió a tranquilizar a los banqueros y, con ellos, a los grandes empresarios que también son accionistas del sistema financiero.
De alcanzar el control en el Congreso y en 15 gubernaturas, el gobierno podría avanzar en su proyecto de crear un segmento bancario público hegemónico que conviviría con los bancos privados dispuestos a responder al modelo de regulación financiera que se creará en la próxima Legislatura. Se sustituirá a los actuales grupos dominantes conservadores por el pueblo emergente. Algo así como la otra cara de la misma moneda.
Por eso, el presidente López Obrador reiteró su oferta de no modificar las reglas del juego económico, dio la bienvenida a los negocios nacionales y extranjeros y anunció una reforma de simplificación de trámites administrativos y fiscales.
“Qué nadie se confunda, seremos siempre respetuosos de las empresas y de los bancos del sector privado nacional y extranjero” (…) “Estamos a favor de que se hagan negocios en México, en el marco de la ley y con ganancias razonables. Lo que no se permite es la corrupción y el influyentismo. Eso se acabó”.
“Vamos a transformar a México como lo estamos haciendo, vamos a la transformación de nuestro gran país. Juntos por el camino de la honestidad y de la concordia”, les dijo a los banqueros en un lenguaje meloso y diferente al expresado a otros empresarios que se opuesto a los cambios en las reglas del juego y del Estado de derecho, en perjuicio de la inversión necesaria para generar empleos, consumo y desarrollo nacional.
En junio, al resultado en las urnas, veremos si detrás del romántico mensaje presidencial no se ocultaba un lobo hambriento de poder.
@lusacevedop