Teresa Gil/Libros de ayer y hoy
El único, verdadero, rompimiento entre los lazos de cooperación entre nuestro gobierno y el gobierno de Estados Unidos, se dio cuando detuvieron en Los Ángeles al general Salvador Cienfuegos.
Fue una ruptura brutal en la confianza mutua, indispensable para trabajar juntos en cualquier tema. Doblemente indispensable en la cooperación para combatir a criminales.
A lo que debe agregarse el lujo de fuerza, la humillación intencional, el maltrato a su familia. La forma, también, lastimó la relación.
El Presidente de la República dijo la semana pasada lo que muchos pensamos: el factor que estuvo presente fue la cercanía de las elecciones presidenciales en ese país. Es decir, la manipulación política interesada en esta magnificada detención.
Ante la expresión de molestia por publicar el expediente de la acusación contra el general Cienfuegos, habría que responder con un enojo inmenso por la estupidez supina, intencional manejo de adjetivos, de las acusaciones en su contra.
Bastaría con las faltas de Ortografía en los mensajes que usaron como pruebas. Parece inverosímil, de novela, que instituciones como la DEA, como la Fiscalía de Estados Unidos, no cuenten con analistas que conozcan a los militares mexicanos, que hablen y escriban nuestro idioma con propiedad. Porque era de Kínder descubrir, en automático, que jamás podría haber escrito esos mensajes el general Salvador Cienfuegos, ni él ni ningún jefe milita
La redacción, la sintaxis, la destrucción del idioma Español debió haber sido suficiente para no implicarlo. Un hombre educado jamás podría escribir así, ni queriendo hacerlo. A eso hay que agregar la argumentación, elemental y fantasiosa, de su contenido.
Leer este expediente, armado por policías, abogados, que uno imaginaría inteligentes y no con tan limitado conocimiento de nuestra realidad, permite atisbar el mundo criminal. Y el resultado no es grato, porque surge, también de inmediato la pregunta de por qué no han sido desbaratados estos grupos criminales y encarcelados sus líderes. La ingenuidad que demuestra el intercambio, por mucho tiempo, de mensajes es brutal, apabullante.
La publicitación del expediente es un hecho inédito que define la voluntad presidencial para transparentar los asuntos importantes de la vida pública del país, a cualquier costo. Corresponde a la necesidad de responder a las interrogantes que despertó una detención tan monstruosa que podía gestar dudas permanentes sobre la institución, el Ejército, en que más confían los mexicanos.
No se trataba, no únicamente, de exculpar públicamente al ex titular de la SEDENA, general Cienfuegos, sino de exhibir la verdad de una acción plena de agravio al Estado Mexicano.
El Canciller Marcelo Ebrard ha explicado con lujo de claridad la posición oficial del gobierno ante estos hechos, lo que seguía, indispensable dentro de la filosofía de cambio de la Cuarta Transformación, era mostrar de qué magnitud fue el error, o si se prefiere la intencionalidad política sin sustento jurídico, de las acusaciones contra el general Cienfuegos.
Como escribí en su momento, qué terribles deben haber sido los días que pasó el general Salvador Cienfuegos encarcelado. Si fuese civil, ya estaría buscando abogados para demandar por muchos millones de pesos a sus acusadores, a quienes lo hicieron padecer la peor de las pesadillas.
Veremos en las semanas, los meses por seguir, de cuántas formas estos hechos, esta investigación sin sustento, tan arcaica, tan sin sustento, tan de caricatura grotesca, que llevó a la detención del general Cienfuegos, a su encarcelamiento, a su humillación pública, cambian la relación bilateral en el ámbito de la seguridad.
Por lo pronto, la publicación del expediente, de todas las investigaciones realizadas, es también una prueba de la vocación de transparencia, efectiva hasta decir basta, del Presidente de la República. Sin necesidad de ningún escritorio burocrático de por medio.