Feria del libro de Guadalajara
En algunos casos lo llaman “Síndrome de Estocolmo”.
En otros lo identifican como “autosecuestro”.
Y entre las mafias criminales lo motejan como “juego de espejos”.
En cualquier caso, se trata del mayor fracaso de la política; del espantajo propio de un gobierno que, como el de López Obrador, muere a causa de sus propios errores, fallos, desaciertos y de sus propios crímenes.
Y es que, como todos saben, la ignorancia y el analfabetismo son, para todo gobierno, la mayor amenaza a los resultados positivos de toda gestión.
Más aún, la ignorancia y el analfabetismo oficiales son veneno puro para la gobernabilidad, que no es otra cosa que la eficacia de gestión –la satisfacción de las exigencias sociales–, en todo gobierno.
Pero el problema resulta mayúsculo cuando el propio presidente y su gobierno se convierten en rehenes voluntarios de su propia ignorancia, de sus propios fracasos, de sus crímenes y de la simulación democrática.
Todas las mañanas, por ejemplo, el presidente Obrador simula un acto democrático; simula un gobierno de éxito; simula una impensable libertad de expresión y, también todos los días nos confirma que es rehén de sus fracasos.
En pocas palabras, todas las mañanas los ciudadanos podemos confirmar el fracaso del gobierno de Obrador; derrota que es visible cuando el mandatario se asume como rehén de sus propias mentiras, de su propia ignorancia, de su propia realidad y hasta de sus crímenes de Estado, como las 140 muertes por Covid.
Entonces –cuando el gobierno es cautivo voluntario de sus fallas–, podemos decir que se trata del gobierno que más ha fracasado en la historia; podemos concluir que es el gobierno menos eficaz y, sobre todo, que es el gobierno que más ha traicionado a los ciudadanos.
Y es que, como lo hemos dicho aquí en todos los tonos, la legitimidad de todo gobierno va de la mano de los resultados positivos de la gestión. Por tanto, un gobierno fracasado es un gobierno ilegítimo, a los ojos ciudadanos, y el paso siguiente es que se trata de un gobierno en vías de extinción.
Y si el de López Obrador es un gobierno que de manera voluntaria se mantiene secuestrado por su propia ignorancia, por el cinismo de su realidad alterna, por sus fallas y errores, entonces queda claro que todas las mañanas el mandatario se atreva a exhibirse no sólo como un cínico, sino como un político capaz de las mayores mentiras; como un tramposo capaz de violentar la Constitución y todo su andamiaje legal.
Pero a estas alturas, a 25 meses de arrancada la gestión presidencial más mentirosa y más fracasada de la historia de México, el problema trasciende al jefe de la pandilla, al presidente mismo.
¿Por qué?
Porque el virus del cinismo, de la ignorancia, el analfabetismo y de la corrupción sin freno no sólo atacan al presidente, sino que ya contagiaron a todos en el gobierno de López Obrador.
Así, por ejemplo, el cinismo, el culto al engaño y la mentira; la corrupción sin freno, el “valemadrismo”, el oportunismo, la siembra de odio, la división y la ratería, aparecen en todos los gobiernos de Morena, en todos los colaboradores del presidente, en todos sus legisladores y todos los aspirantes a puestos de elección popular.
En todos los rincones del gobierno de Obrador campea la ignorancia, el analfabetismo y la improvisación en cargos públicos; en todos los puestos de elección popular el sello distintivo son las fallas, los errores, los desaciertos, la ignorancia y el fracaso sin fin.
Por eso, la terca realidad mañanera confirma que el presidente mexicano no sólo es uno de los gobernantes más analfabetas de la historia, sino que, en los hechos, es el mayor cautivo de su propia ignorancia.
Y es que López Obrador no sólo vive secuestrado por sus fracasos, sino que es devorado por lo fantasmas de una realidad alterna que también consume al país, que acabará por destruir la democracia y las libertades fundamentales.
Por eso, López Obrador es un presidente que todas las mañanas se humilla y se flagela detrás de las rejas de su ignorancia y su analfabetismo; un presidente que alardea de una fea herencia de corrupción y descrédito; un presidente convertido en “botarga” de su propia derrota.
¿Quién será capaz de poner un alto a la autodestrucción del presidente mexicano?
¿Quién llamará la atención sobre los severos problemas mentales del presidente mexicano?
¿Quién será capaz de cerrar la puerta para poner fin a la destrucción de esa institución fundamental llamada “presidente de los mexicanos”.
Al tiempo.