Miguel Ángel Sánchez de Armas/Juego de ojos
Morena y nuevo sistema de partidos sin partido hegemónico o casi único
El trasfondo del desorden en el partido-movimiento Morena para designar a su nueva dirección nacional se localiza en la propuesta de construcción de un sistema de partidos sin modificar el actual sistema político presidencialista: el fin histórico del partido único, dominante, hegemónico y mayoritario; es decir, la liquidación del modelo PRI.
En el escenario de Morena se deben agregar, como variables dependientes, las decisiones que llevaron al registro de tres nuevos partidos que girarán en la orbita del liderazgo del presidente López Obrador. A pesar de contar con una mayoría absoluta todavía sólida y una aprobación también mayoritaria, por directrices presidenciales Morena no repetirá las tres fases del modelo PRI: partido callista del caudillo como poder transexenal, el partido cardenista como poder dominante y el partido alemanista como estructura de Estado.
Una de las claves de la reorganización del sistema de partidos dentro del sistema político se localiza en el registro legal de tres nuevos partidos con grupos dirigentes que pululan alrededor del presidente de la república. Y ahí habrá un reparto negociado de votos que disminuirá la fuerza de Morena: cada nuevo partido necesitará de 3% de votos en el 2021 para mantener su registro, lo que quiere decir que le quitarán a Morena 9 puntos porcentuales; el PT y el Partido Verde, aun con alianzas regateadas, también, necesitaran como mínimo 3% cada uno, con lo cual Morena ya tendría que sacrificar 15 puntos porcentuales de su base electoral, aunque el PT y el PV tengan más de 3 puntos.
Si se reproduce el modelo de 2018, Morena repartirá votos en las elecciones y a la hora de la composición de su mayoría en la Cámara aceptará traslado de diputados. Pero en los hechos, la existencia de cinco partidos aliados a Morena tendrá que contabilizar sus votos cada uno arriba de 3% para mantener el registro.
Al final, la estrategia parece ser la de impedir la creación del modelo PRI como partido hegemónico por los cotos políticos que implica. Por eso el presidente López Obrador nunca aceptó la propuesta de Porfirio Muñoz Ledo de convertir a Morena en un nuevo PRI mayoritario, porque esa estructura de partidos tiende a cumplir la maldición de Robert Michels y convertirse en una estructura de oligarquías excluyentes. Y el asunto se iba a complicar porque Porfirio buscaría un partido sobre el presidente de la república.
El nuevo sistema de participación política estará en las personas, los grupos y los movimientos y no en un partido totalizador. El presidente López Obrador ha sido insistente en criticar las estructuras de representación partidista que se olvidan de la gente y asume a los votantes como boletas electorales y no como grupos sociales.
Este modelo tendrá una exigencia que hoy se cumple de manera sobrada, pero no se tienen datos de que se mantenga el próximo sexenio: el liderazgo personal del presidente sobre el partido y sus aliados. El próximo presidente tendrá que gobernar con una coalición de seis partidos; Morena, PT, PES, PVEM, Fuerza Social y Redes Progresistas. Y tampoco se prevé un Frente Amplio como en el 2006 porque en realidad Morena es dominante y los cinco restantes son partidos-rémora que dependen de López Obrador.
El sistema de partidos basado en una balcanización de partidos dificulta la definición de un proyecto de gobierno, obliga a negociaciones paso a paso y distrae a los presidentes en negociaciones menores, como se probó en Brasil. La clave estará en que Morena pueda liderar la coalición con mínimo un 45% de los votos y sólo necesitar 6 puntos para la mayoría absoluta.
Pero el problema radicará en los problemas previsibles para que los tres nuevos partidos –PES, RSP y FS– en las dificultades para lograr el 3% de votos en una competencia en que deberán garantizar una base electoral que no dependa de López Obrador.
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