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CIUDAD DE MÉXICO., 27 de agosto de 2020.- El cúmulo de años en sus vidas significa aprendizaje, sabiduría. Su cabello y su piel denotan el paso del tiempo en el que constituyeron una familia, y coadyuvaron al desarrollo del país con su trabajo y esfuerzo. Son los abuelos.
Algunos tienen la satisfacción al brindar su tiempo a sus nietos; otros gustan de realizar algún trabajo para obtener ingresos y sentirse útiles en lo que hacen, al aplicar su experiencia de vida.
Para la investigadora de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM, María Montero y López Lena, “la abuelidad es un privilegio biológico y social. Se debe favorecer la fase de la vejez con su libre expresión y derecho a seguir construyendo una vida dinámica, en la que no haya reglas que les impida soñar porque ya son abuelos. Tenemos que romper con esas creencias sesgadas”.
Ellos son el pilar de cualquier familia y participan en la educación de niños y adolescentes al transmitirles experiencias, tranquilidad, cariño y estabilidad. El beneficio es mutuo, porque los abuelos también se enriquecen emocionalmente si están en contacto con sus hijos y nietos.
La universitaria recuerda que la Organización Mundial de la Salud (OMS) reclasificó los rasgos de la vejez debido a la expectativa de vida que se tiene en la actualidad. Por ejemplo, ahora la población de cero a 17 años de edad es definida como menor; la juventud va de 18 a 65 años; la edad media de 66 a 79; los ancianos de 80 a 99; y quienes tienen más de 100 años de edad son considerados mayores de larga vida.
Cerca del 70 por ciento de las personas con más de 60 años son funcionalmente activas, sufren enfermedades propias de la edad, pero tienen lucidez y son independientes, dice.
Montero y López Lena resalta que la función de la ‘abuelidad’ debe redefinirse, enriquecerse y entenderse para que las futuras generaciones integren el derecho que tiene la adultez mayor a ser digna, funcional, saludable y proactiva.
Información de Quadratín México