Miguel Ángel Sánchez de Armas/Juego de ojos
Galeana, tierra sin miedo.
Les voy a contar un poco de nuestra comunidad. Somos mujeres y hombres que amamos vivir junto a las personas que queremos, la calidez de nuestro hogar alcanza toda una colonia.
Trabajamos el campo. En nuestro territorio se da la nuez, y los cultivos secos. También nos gusta la construcción. Cuando alguien de nuestra colonia pasa por momentos difíciles o tragedias, no son pocas las manos que quieren ayudar, porque después la solidaridad se devuelve. Aquí aprendimos a trabajar fuerte, porque si no, no puedes comer. Los árboles dan frutos porque los trabajamos, sino sería un paisaje tan hermoso como árido.
Tenemos raíces en México, y mucha familia también en el país del norte. De allá aprendimos a respetar irrestrictamente la ley, de aquí aprendimos a cuidarnos entre todos, y para todos.
Somos un pueblo feliz, pero una sombra llegó a nublarnos un día, y a recordarnos que somos parte de un país donde todos los días, mexicanos matan a otros mexicanos, sólo por tontas ideas de luchas de territorios, de mucho poder y dinero emanado de crimen.
En 2009 Benjamín LeBarón, mi primo, hermano de Julián, fue secuestrado y asesinado. 10 años más tarde, 3 mujeres y 6 niños fueron ultimados en La Mora, comunidad de Sonora. Entre ellos, la hija y nietos, de mi tío Adrián LeBarón, perdieron de la vida por los instintos más cobardes de grupo criminales. Hasta hoy, no se han esclarecidos los motivos, ni han detenido a todos los culpables.
Ésta es nuestra comunidad herida.
Así que no sólo arrebataron unas vidas, nos estaban secuestrando nuestra libertad y la paz en la que convivíamos. Jamás habíamos transitado estos caminos, nuestros senderos, con miedo, y aprendimos a la mala, que de nosotros emanaría la fuerza, que sacaría a nuestro pueblo adelante.
Así que lo ocurrido el viernes pasado fue una irrupción natural, del sentido de sobrevivencia de la población.
La policía municipal de Galeana eran unos sujetos que abusaban de su poder, que se aprovechaban de las encomiendas que el mismo pueblo les había conferido; que agredían y lastimaban igual al constructor que al jornalero, al empresario que a los jóvenes, que tableaban por diversión y detenían a quien su instinto les daba la gana.
Pero no contaban que el pueblo ya no aguantaba.
El viernes los habitantes de Galeana fueron a la comisaría y exigieron a nombre de todos, suspender a todos estos criminales con uniforme. Eran cientos que hicieron valer el verdadero poder popular. Nunca iniciaron una agresión, pero cuando la policía inició, no se tuvo otra alternativa más que una legítima defensa, para contenerlos.
Y sí, ganamos. Todos estos oscuros personajes no volverán a ejercer nunca un puesto de seguridad.
Pero ante este alentador escenario, me quedan dos reflexiones:
Esperamos que las autoridades correspondientes, llámese Guardia Nacional o Policía Estatal, les sigan la pista a estos sujetos despedidos por el pueblo, no queremos que vayan a engrosar las filas de crimen, que tanto daño nos han hecho.
Segundo, al pueblo organizado no hay quien le gane, y sobre todo, cuando se aglutinan alrededor de una causa, no de personas. Este modelo, no tengo duda, puede ser el despertar de un país.
No se trata de tomar la ley en nuestras manos, es ayudar a que la justica prevalezca, es caminar en los zapatos del otro y saber que no existe dolor ajeno, que todos somos proclives a vivir con miedo, pero también en paz.
Nuestro sueño es, hoy, caminar por el país e ir despertando gente, que no esperen a que algo ocurra para tomar acción. Que sean capaces de mirar al vecino y sentirse seguros, que conozcan lo hermoso que es sentarse a ver el horizonte después de haber terminado de construir el hogar de un hermano. Así es nuestra comunidad.
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